Desde que tengo uso de razón me he considerado seguidor incondicional
del Real Madrid y no porque el fútbol me gustase, es de sobra conocido que desde
siempre mi deporte predilecto ha sido el baloncesto; sino porque desde bien
temprana edad recuerdo ver a mi padre vibrar con tardes de gloria madridista en
la que once jugadores daban todo por una camiseta blanca que en la mayoría de
las veces, una vez transcurridos los noventa minutos, acababa empapada de
sudor, hierba, barro y hasta sangre de los hombres que la vestían. Por aquel
entonces yo no tenía ni idea de las reglas de juego debido a mi juventud, pero
sí es verdad que el amor por ese escudo y esa camiseta fue brotando gracias a
las incontables veces en las que mi padre cantaba los goles y celebraba las
victorias.
Con el paso de los años fui aprendiendo las normas de aquel
deporte, aunque en la práctica yo siguiera entrenando por encestar cada vez más
canastas en el colegio. Conforme más partidos veía, más quedaban en mi memoria
nombres inmortales de la leyenda de este glorioso club, que con tanto orgullo
recitaba mi padre: Juanito, Santilla, Butragueño, Martín Vázquez, Sanchís, Míchel…
Y conforme iba siendo capaz de recordarlos, y hasta de reconocerlos, mi padre
vio el momento oportuno para hablarme de lo que suponía históricamente el Real
Madrid. Me lo describió como el club que más títulos europeos y nacionales
poseía, donde grandes jugadores habían marcado época vistiendo esa camiseta,
donde un estadio de cerca de cien mil espectadores se llenaba con gente de pie
animando durante todo el encuentro, donde no se daba ningún partido por perdido
por adverso que fuese el resultado, donde no había que menospreciar al rival bajo
ninguna circunstancia, donde muchos jugadores de otros equipos anhelaban jugar en
algún momento de sus carreras, y donde, pasase lo que pasase en el terreno de
juego, se respetaba al adversario institucional y deportivamente. Cuestión ésta
que repetía más de una vez mi padre bajo la frase de que “uno es del Real
Madrid porque es un club de caballeros con valores”. Conforme pasaron los años
y yo fui creciendo, se sucedieron victorias y derrotas, éxitos y fracasos que
marcaron mi experiencia como seguidor de este club; pero que en ningún momento
me hicieron dudar de mis ideales. Sabía que por muy adversa que fuese la
situación siempre aparecerían jugadores cada vez mejores, dirigidos con mano
certera por entrenadores que les enseñarían la grandeza de la legendaria
camiseta que se enfundaban en cada partido. Y así fue como se hicieron grandes
en el equipo Raúl, Hierro, Guti, Zamorano, Laudrup, Roberto Carlos, Mijatovic,
Redondo… Jugadores que si por algo se caracterizaron fue por su entrega
incondicional a algo que iba más allá de un simple escudo estampado en una
camiseta, llegando en muchos a ser incluso una filosofía de vida.
Pero llegó un momento, en el que viéndose en la cúspide del
siglo XX, el timón de la nave cambió de dirección y no se supo mantener esa
política de cimentar la plantilla con jugadores que, desde las categorías
inferiores, conocían lo que eran los valores del club, complementándola con
aquellos fichajes que fueran necesarios. Se creyó que la grandeza la propiciaban
las ganancias o los éxitos simplemente, y en esa ceguera se vieron abandonados
los demás valores, desfilando por el club innumerables jugadores y entrenadores
que aunque consiguieron títulos, pocos dejaron su impronta. El respeto desde y
hacia otros equipos se fue perdiendo y el blanco de la camiseta tiñéndose de
ese gris apático actual. Quizá muchos se
cuestionen por ello, pero ya dice el refrán que quien olvida su historia está
condenado a repetirla; aunque en cuestión de éxitos quien olvida sus valores y
principios está obligado a vagar sin rumbo por el derrotismo, a pesar de las
victorias que consiga.
Muy bueno!! Aunque no sólo deberíamos tener esos valores en el fútbol, si los tuviéramos también en el resto de cosas, la vida nos iría mejor!!!
ResponderEliminarMuchas gracias. Efectivamente, esa es la idea, hacer reflexionar a los lectores sobre como los valores son esenciales para el éxito en cualquier ámbito de nuestra vida.
EliminarMuchas gracias Geraldo, me alegro de que te haya gustado, lo leeré el tuyo detenidamente.
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