miércoles, 29 de agosto de 2012

Héroes y falsos profetas


El pasado 25 de agosto abandonaba este mundo, no por primera vez pero sí como definitiva, Neil Armstrong, el primer ser humano que posó su huella en la superficie lunar. Polémicas aparte sobre la veracidad del suceso mostrado por las cámaras, es constatable que el viaje se produjo y que supuso un gran salto para la humanidad. Su periplo nos recuerda al de los antiguos navegantes, descubridores de tierras vírgenes, héroes que, sin miedo a lo desconocido y sin salir de la Tierra, unieron civilizaciones de distintas tradiciones por el bien común de la humanidad.

Desde el albor de la civilización, toda sociedad ha necesitado de los héroes para evolucionar y adquirir una conciencia de grupo lo suficientemente amalgamada, que permitiera su supervivencia. El concepto del héroe se explica bajo los parámetros de un individuo, que por reunir ciertos rasgos claves, concebidos como valores en su cultura de origen, como pueden ser: la astucia, la justicia, la solidaridad, la simpatía o incluso, en algunos casos, el don divino; pasa a desempeñar la función de representante de la sociedad. Este arquetipo del buen ciudadano, guía de todos los individuos a los representa, en la totalidad de mitologías de la antigüedad, aparecía descrito como un personaje idealizado, que poseía cualidades sobrehumanas y era capaz de llevar a cabo hazañas extraordinarias por las que sería reconocido posteriormente, llegándose incluso a escribirse leyendas y cantares de gesta donde, además de en el imaginario social, perdurarían sus hechos con el paso de los siglos.

Pero no hay que olvidar que desde siempre, también han aparecido individuos capaces de crearse un prototipo cercano al del héroe, que les sirviera para obtener beneficio económico o de imagen social. Aquí las diferencias son claras y evidentes; mientras que el héroe busca el beneficio de la sociedad a la que representa, aunque con ello perjudique su imagen; el falso profeta sólo anhela el éxito de su individualidad, aunque predique que con sus actos solo busca el bien de los demás. No es fácil la labor de identificarlos,  pero sí necesaria la de distinguirlos; puesto que, si unos suponen un avance y desarrollo para la sociedad, los otros representan todo lo contrario, llegando incluso, en el peor de los casos, a propiciar situaciones de nefastas consecuencias.

En este grupo de falsos profetas nos encontramos con Juan Manuel Sánchez Gordillo, que iluminado por unos argumentos de dudosa funcionalidad y con actos que rayan lo delictivo, es capaz de compararse con héroes contemporáneos como Luther King, Gandhi, Rosa Parks o John Lennon. Hay que recordar que cada uno de estos cuatro, con sus actos, comparables con las hazañas de los héroes de antaño, lograron el reconocimiento  de derechos de vital importancia para la sociedad, siempre desde la igualdad y la solidaridad, con la paz como bandera, sin llamar al desorden generalizado y a la rebelión por la rebelión. La pregunta es ¿qué será capaz de legar a la humanidad un ser que irrumpe en propiedades privadas por la fuerza, que alienta a la sociedad para que se levante contra el poder legalmente constituido, que sustrae alimentos por medio del forcejeo y la intimidación, con el pretexto de dárselos a los necesitados, sin ser capaz de donar parte de su abultado sueldo o del dinero que cobra por asistir a programas televisivos de dudosa reputación, y que mira para otro lado cuando se juzgan fraudes cometidos por individuos afines políticamente? La respuesta es bien clara: “Por sus obras los conoceréis”.

miércoles, 22 de agosto de 2012

De esforzarnos a estar subvencionados


Hay un asunto que me suele rondar la cabeza con bastante asiduidad; y ahora, con la cercanía del comienzo del curso, la actualidad de las noticias que tratan el tema de la prestación por desempleo (los archiconocidos 450€) y la supresión de distintas subvenciones a sindicatos y partidos políticos, hace que este tema no se aparte de mi mente en los momentos en los que ésta se dedica a la reflexión.

Desde siempre he concebido que toda ayuda, dada o recibida, es necesaria y beneficiosa. Ahora bien, la ayuda debe ir destinada a la persona que verdaderamente la necesita. Es bien fácil de entender, si por ejemplo, yo me hallo en apuros por cualquier circunstancia, y tengo la suerte de conocer a alguna persona que pueda echarme una mano en la solución del problema, demasiado orgulloso sería por mi parte no querer pedirle que me ayudara. De idéntica forma ocurre a la inversa, si sé que algún conocido mío está en apuros y puedo prestarle mi apoyo, bastante ruin sería si no se lo facilitara para salir del bache. Es cierto también, que en determinados momentos, en las relaciones interpersonales, bien por creer que podemos importunar o por no saber cómo va a reaccionar la otra persona, no solemos lanzarnos a la gratificante práctica de dar o recibir ayuda; pero eso es harina de otro costal, que podrá ser abierto en otro momento.

Por otro lado, el tema adquiere otros tintes más oscuros cuando entran en escena dos singulares actantes en el proceso de la prestación de ayuda: las instituciones administrativas y lo pecuniario. En ese caso toma todo un color de tiempo pretérito, que recuerda más a la expresión acuñada por las compañías de pícaros del s.XVI de “dar el palo”.

Y es que no hace muchos años, llegaron a ser múltiples los ejemplos y casos, donde ciudadanos que no lo necesitaban se aprovecharon de la actitud extremadamente dadivosa del anterior gobierno, que entregaba ayudas económicas a manos llenas, sin esperar nada a cambio ni controlar cómo el organismo o persona subvencionada hacía uso de tal ayuda; simplemente porque los parámetros para su concesión eran bajos o inexistentes. De dicho estilo político, los organismos supranacionales, la oposición gubernamental y ciertos grupos de ciudadanos llegaron a cuestionar que la actitud del propio gobierno era la de intentar poner parches a los problemas, en vez de atajarlos de raíz, con el único fin de tener contentada a toda la sociedad para así revalidar su mandato en los siguientes comicios que se celebraran.

Son de sobra conocidas las medidas como la deducción de 400€ que se realizó a todos los contribuyentes declarantes del IRPF sin importar el nivel de renta de ninguno de ellos; o la de la Ley de Dependencia, donde familias con personas dependientes recibían la ayuda, y al igual que la anterior medida, sin importar el nivel de renta, siendo incluso detectadas familias con rentas superiores a 100.000 y 300.000€ que eran beneficiarias de las bonificaciones económicas; o la ayuda de 2.500€ por el nacimiento de un nuevo descendiente familiar, conocida como “cheque-bebé”, que al igual que las anteriores fue entregada sin tener en cuenta el nivel de renta de las familias. Y así podríamos estar repasando todas las medidas adoptadas por el anterior gobierno, malnombradas como políticas sociales. Medidas que quizá en esencia no tuvieran mala fe; de hecho, algunas de ellas, como la Ley de Dependencia considero bastante necesarias; pero que en obra fueron mal reguladas y mal llevadas a la práctica. Llegando incluso a ser lugares de paso obligado para todo aquel pícaro del siglo XXI, que quisiera cometer algún fraude y con ello embolsarse algún dinero extra.

Seguramente algunos de nosotros conozcamos o hayamos oído hablar de individuos que se beneficiaron de ayudas como la de los mencionados 426€ (destinados a los parados de larga duración), que además de estar cobrando dicha prestación estaban trabajando sin estar dados de alta en la Seguridad Social, para no dejar de recibir la ayuda por desempleo. O de otros que hicieron lo indecible para ser incluidos como cuidadores de personas mayores o con alguna discapacidad y así beneficiarse de la prestación que otorgaba la Ley de Dependencia. O de otro caso en el que se duplicaron facturas para beneficiarse de las ayudas dadas por el Cheque-Libro.

Son múltiples y variados los casos de fraude, y quizá algunos se detectaran; pero en el momento en el que sólo uno llegara a buen puerto para el defraudador, el sistema comenzaba a perder un dinero muy necesario y actualmente vital para el bienestar de todos. Y, como paso a paso se hace camino y gota a gota puede quebrar hasta la más dura de las piedras; así hemos llegado adonde nos encontramos, vencidos casi por la inercia de que cualquier sector se cree en la obligación de pedirle explicaciones al gobierno y exigir subvenciones para sus actividades. Pero las circunstancias socio-económicas no son las mismas, y de comenzar la andadura de muchas ayudas, en una situación en la que la concesión se realizaba sin parámetros ni control del beneficiario; se ha pasado a un control férreo del gasto, se han elevado los requisitos para la obtención de las ayudas e incluso muchas de ellas han llegado a desaparecer. ¿En qué momento se pasó de un sistema descontrolado a uno racional? La respuesta es muy simple, en el momento en el que el gobierno se encontró con una sociedad acostumbrada a la obligación de exigir, de sentirse contentada y caprichosa en cualquier ámbito de su vida. 

Lo fácil seguirá siendo echarle la culpa al actual gobierno, sobre el cambio que ha llevado a cabo en lo que respecta a lo anteriormente explicado, lo difícil es pararse a reflexionar acerca de que qué hubiera ocurrido si se hubieran planteado y regulado bien todas estas medidas desde el principio, llevando a cabo un gasto racional de la riqueza del país; ayudando de manera contundente a quien verdaderamente lo necesitaba, igual que una madre ayuda a sus hijos siempre que ellos la necesitan, pero que no les complace con caprichos innecesarios simplemente para que no se sientan discriminados frente a otros niños que sí los tienen. Hoy más que nunca, las circunstancias obligan a atajar dichos errores, tenemos que trabajar por dar ejemplo a los que vienen detrás a paso ligero, a nuestros jóvenes, quienes heredarán las costumbres de los actos que nosotros les hayamos enseñado.

miércoles, 15 de agosto de 2012

El espaldarazo



Hoy, festividad de la Asunción, ve la luz mi nuevo blog titulado: “El espaldarazo”; lugar destinado para la argumentación y el pensamiento crítico, acerca de diversos temas que se irán tratando en las entradas que publique semanalmente.
A diferencia de lo que en primer lugar solemos creer que significa, un “espaldarazo” es, además de la ceremonia histórica de nombrar caballero, tradicional de la Edad Media, y que se nos representa, líneas arriba, en la pintura del artista romántico Edmund Blair Leighton; el reconocimiento que se hace de la competencia alcanzada por una persona en su trabajo o en los actos que realiza; así como la admisión de alguien como igual en un grupo o profesión. De ahí se deriva la expresión "El director les dio un espaldarazo por su trabajo bien hecho".
La elección de este título para mi blog se debe a uno de los pilares de mi filosofía, tratar a todas las personas como iguales, reconociendo y valorando, con sus variados matices, tanto los aciertos, como los errores, de los actos individuales o grupales que se realizan en nuestra sociedad; intentando en todo momento de crear, sirviéndome de tales matices y percepciones, unos argumentos y reflexiones atractivos para los lectores, que puedan ser provechosos y capaces de originar debate sobre los mismos.
Más de uno se preguntará de qué temas tratarán las entradas del blog, la respuesta es fácil. Al reflexionar sobre la realidad, es la propia realidad la que marca el devenir de la historia y la que plantea los posibles temas a tratar; entre los cuales, semana tras semana recogeré uno, comentando mi punto de vista al respecto y reflexionando acerca del mismo. Es cierto que habrá momentos, en que por las circunstancias, deje a un lado la actualidad y divague por caminos de diverso trazo y longitud, pero en eso consiste la existencia de la argumentación, en apreciar con carácter analítico el mundo que nos rodea, en todo su amplio abanico de posibilidades, aceptando y desechando temas y opiniones relacionados con nuestros gustos y nuestra idea de un mundo que avanza, inexorablemente, hacia el futuro.