jueves, 30 de julio de 2015

Lorca sin Federico






Hay cosas que me sacan de quicio. Una de ellas es el dolor que siento cuando la Cultura de Granada, su Arte, así como sus hijos ilustres son menospreciados por la propia ciudad que los vio nacer. Ayer, sin pena ni gloria, se inauguró el Centro-Fundación Federico García Lorca en nuestra ciudad. 

Tras las angustias personales por las que tuvo que pasar este gran poeta granadino y universal en vida, las disputas con su padre por su condición sexual y la envidia que le persiguió por ser un maestro adelantado a su tiempo en teatro y poesía y su posterior persecución y muerte al comienzo de la Guerra Civil; tenemos ahora las características disputas políticas surgidas a raíz de su muerte, por aquellos quienes no quisieron ver en él más arte que el de utilizarlo como una marioneta del enfrentamiento guerracivilista, y poco más. 

Lorca falta, y nos falta. Sobre todos a quienes añoramos que se reconozca el valor de su figura, de su arte, de su maestría. Y ahora, cuando ya por fin parece que esta ciudad iba a hacerle justicia aunando en un Centro-Fundación la labor de las distintas instituciones (aquí podéis ver todas las que participan). Ahora cuando parecía que se iba a reconocer su figura con un lugar físico al que pudieran acudir a rememorar su figura todos aquellos "forasteros" que visitan nuestra ciudad, que la aprecian todo lo que se merece (mucho más que muchos de los que se dan golpes de pecho por sus calles) y que llegan a ella tras leer que Lorca era de Granada y que en su obra late no sólo su corazón sino también el de la ciudad. Ahora vienen y nos hacen una inauguración descafeinada, convirtiendo a Granada en plaza de tercera categoría y si me apuran, hasta desmontable. 

Inaugurar el Centro-Fundación Federico García Lorca sin los fondos de la Fundación que se conservan en la Residencia de Estudiantes de Madrid es como preparar una fiesta sorpresa a alguien que se sabe que no va a aparecer; pero que tampoco se le espera. Y no contentos con eso, el centro se cierra hasta septiembre. Aunque parece que en esto han estado hábiles y dicen que van a hacer visitas guiadas gratuitas (lo gratis siempre gusta a un público poco exigente) para enseñarlo durante agosto, y me pregunto yo ¿enseñar qué? Si Lorca no va a estar. Y así nos va en nuestra querida Granada, al igual que nos fue en la Universiada, Mundial de Esquí, Liga de Fútbol, ACB, Museo Arqueológico, el metro, el AVE, las Cruces, el botellódromo, la Fiesta de la Toma... ¡Y HASTA LA ALHAMBRA!

Entonces uno ya se cansa de todo por un rato, vuelve la vista hacia atrás, busca en la hemeroteca, se encuentra una fotografía de cómo fue la inauguración del Museo Picasso de Málaga allá por 2003 (Los Reyes, la Junta, el Ayuntamiento, la familia de Picasso y sus obras) y se explica por qué Málaga (capital económica de Andalucía) le ha comido el pastel de la capital cultural andaluza en tiempo récord, para no soltarlo y seguir creciendo.

Ahora reflexionen y sepan, de regalo, que el Almirante de la Armada española en la victoriosa Batalla de Lepanto, don Álvaro de Bazán y el que se supone autor de "El Lazarillo de Tormes", Diego Hurtado de Mendoza, eran de Granada.

martes, 2 de junio de 2015

De Catalunya per l´Adrià



Bien parapetado por los calcetines y calzoncillos, que en un orden caótico se amontonaban en el segundo cajón de la mesita, se encontraba algo más arrugado, pero intacto en su existencia, el sobre que el joven Adrià custodiaba desde que la tarde del 20 de mayo, por su decimotercer cumpleaños, lo recibiera de manos de sus padres. Era un sobre con los colores de la senyera y una pegatina de una estrella azul que lo cerraba, en el que leyó al recibirlo: “De Catalunya per l´Adrià”. Él no entendía nada de lo que en el sobre ponía y de hecho bien poco le sorprendió, ya que se encontraba bastante acostumbrado a leer carteles citando a Catalunya parecidos por las calles de su Barcelona natal, escuchar enunciados semejantes en la televisión cuando se sintonizaba TV3 o en los pasillos y comentarios de boca de sus compañeros del instituto de su barrio de El Carmelo al que asistía ya por segundo año. Lo observó bien antes de abrirlo por si en él se encontraba alguna pista de lo que se ocultaba en su interior, lo sostuvo con el índice y el pulgar mientras lo ponía al trasluz de ese sol primaveral, por si se trasparentaba su interior.  -¡Espero que no sea más dinero!-, exclamó.  Ya que bien sabía por otras veces, que si se trataba de algún billete, más temprano que tarde se convertiría, por medio del arte de la persuasión de su madre, en alguna camisa o pantalón de vestir que según sus padres siempre tanta falta le hacían; pero que tan poco juego le daban. Él hubiera preferido cualquier cosa antes que abrir el sobre y encontrar en él algún billete de esos euros que tanto oía decir a los mayores que costaban ganar; por lo que antes de abrirlo gritó: “¡El deseo, necesito cambiar el deseo!” Todos se le quedaron mirando, sus abuelos, su padrino, los dos amigos del instituto que allí estaban y sus padres poco menos que se echaron a reír; pero él sabía lo que se hacía.

-¡Sí, quiero cambiar el deseo! Traedme la tarta, encended las velas y cantad cumpleaños feliz otra vez, entonces yo pido el deseo, las soplo y me dais el sobre.- les explicó. La cara de su padre en ese momento era un poema, ya que acababa de quitar las trece velas, quemándose en el proceso un dedo con la cera, y se preparaba ya para comenzar a partir la tarta después de marcar las partes de forma milimétrica para que no se desperdiciara ni una miga de la misma. -¡Vuelta a empezar!- exclamaron sus amigos del instituto, mientras uno de ellos abrazaba al pequeño Oriol que comenzaba ya a impacientarse ya que sabía que en los cumpleaños de su hermano, cuando sus padres le daban el regalo a su hermano mayor, él siempre terminaba pescando algo. Así que una vez preparada la tarta con todas sus velas encendidas y cantada la canción por todos, Adrià cerró bien fuerte sus ojos, cruzó todos los dedos de su cuerpo y deseó mientras soplaba, que lo que contuviera el sobre no fuera un billete. Tras el ritual, su padre volvió a darle de nuevo el sobre, esta vez con una colleja de complicidad incluida. Y su madre, que no sabía concretamente qué era el regalo añadió: “Ábrelo, venga, que nos tienes en ascuas. Y a ver si se te cumple el deseo”. Entonces Adrià, con los nervios a flor de piel y con todas las miradas de los allí presentes puestas en el movimiento de sus manos, levantó la pegatina de la estrella y abrió el sobre. De él sacó tres papeletas de las que leyó detenidamente “Athletic Club – FC Barcelona, Estadio Camp Nou, Barcelona 30 de mayo de 2015… ¡ENTRADAS PARA LA FINAL DE LA COPA DEL REY!” La quietud del instante estalló por los aires, el chico salió corriendo y agitando las entradas y el sobre mientras daba vueltas alrededor de los que allí estaban. “¡Tot el camp… es un clam…!”, gritaba entusiasmado. Era la primera vez que asistiría en su vida a un partido del Barça, su club de siempre. Y allí había tres entradas: una para él, otra para su padre… y sí, otra para el pequeño Oriol, que el día después de la Final tomaría su primera comunión y que aunque su padre no estaba muy por la labor del acto religioso, sí tenía ganas también de que no olvidara aquella fecha. Todos reían al ver a los dos hermanos abrazarse y correr hacia su cuarto para buscar las camisetas que tenían del Barcelona. Mientras, la madre le preguntó a su marido si no sería un partido peligroso para llevar a los niños, a lo que le contestó que eran dos aficiones que se llevaban bien y que sería una oportunidad para que los chicos aprendieran de verdad qué era aquel ambiente, que era una ocasión irrepetible y que no se les olvidaría en la vida.

Volvió Adrià a revisar antes de acostarse que el sobre se hallaba escondido en el lugar en el que siempre había estado. Al día siguiente era el gran día y no podía perderlo. Aquella noche soñó con Messi, Xavi, Iniesta, Piqué y con otros jugadores que había oído nombrar y que recordaba vagamente; pero que ya no estaban en el equipo como Ronaldinho, Eto´o, Henry, Villa, Valdés o Puyol… Era el equipo de su vida, aquel al que se había aficionado a partir del año 2009, el año del sextete. Y era además el equipo donde jugaban los que para él eran sus héroes, aquellos que además de los títulos del club habían conseguido las dos Eurocopas y el Mundial, sobre todo él tenía afición por Xavi y por Iniesta… no lo podía ocultar y sus camisetas bien lo indicaban, todas las que tenía llevaban uno u otro nombre a la espalda. Amaneció y ya supo con los primeros rayos del sol que aquel día sería un día grande. Su hermano estaba también impaciente y entre regates y juegos llegó rápida la hora de prepararse para ir al partido. Lo tenía bien claro Adrià, se metió en su cuarto como un conejo en su madriguera, removió los cajones y salió gritando: ¡Vámonos ya! Apareciendo en el salón de su casa enfundado con la camiseta que firmada por Iniesta, guardaba como oro en paño. Una camiseta que le regaló su tío del pueblo cuando fueron el año del Mundial a veranear con la familia de su madre a Villamalea; una camiseta de la Selección española de fútbol. Su padre giró la cabeza, lo miró de arriba abajo, frunció el ceño y le contestó: “Tú, así, no vienes”. La mirada y el tono de las palabras de su padre no dejaban lugar a réplica; pero Adrià no lo comprendía, por lo que le exclamó: “Pare; ¡però si és la del Iniesta!”.  –Tens raó Adrià; però avui toca anar amb la del Barça- contestó su padre, mientras sacaba tres camisetas de una bolsa. Eran las de la equipación del Barça con los colores de la senyera, esas que no le gustaban nada a su madre porque en ellas se mezclaban política y deporte; pero que aquella noche no se atrevió a decir nada por no aguar la fiesta a sus hijos con otra discusión más con su marido por motivos de política.

Llegaron a las inmediaciones del Camp Nou, todo estaba lleno de miles de personas con camisetas de ambos clubes y banderas. El ambiente era festivo y las luces y música tenían encandilados a Adrià y Oriol que, con paso entrecortado y mirando hacia todos lados, iban de la mano de su padre para no perderse entre tanta gente. Se aproximaron a la entrada por las que a ellos les tocaba acceder al estadio y entonces, antes de ello un señor, con una barretina y una bandera al cuello les llamó la atención a los chiquillos. -¡Tomad estos dos silbatos!- les dijo mientras se los colocaba al cuello a ambos y le daba otro al padre guiñándole el ojo. Entraron al estadio, la intensidad de los focos los deslumbraron y que ya estuviese casi lleno les sobrecogió. Quedaba poco para que saltaran ambos equipos, de hecho debido al atasco se habían perdido el calentamiento. Entonces, avisaron algo por megafonía, salieron ambos equipos que se colocaron para los saludos iniciales y comenzó a sonar el himno de España, ese himno que tanto recordaba Adrià de tantas veces como había visto el DVD de la Final del Mundial de 2010, ese que sonaba cada vez que ganaban los hermanos Gasol, Marc Márquez, Rafa Nadal… Entonces llegó el estruendo ensordecedor. Toda la gente se puso a hacer sonar sus silbatos, a pitar, gritar, insultar y él, asombrado, miró a su padre que entre sus labios sostenía el silbato que le habían dado en la entrada haciéndolo sonar mientras hacía cortes de manga efusivamente en dirección a alguien a lo lejos y a su lado su hermano pequeño imitaba sin saber todo lo que hacía su progenitor. Terminaron los silbidos y Adrià le preguntó a éste sorprendido: “Papá, ¿por qué ha silbado la gente?” –Hijo mío- le contestó su padre-, porque nosotros odiamos a España.


miércoles, 27 de mayo de 2015

Una opinión más



En estos días de tormenta y crisis en los partidos tradicionales, y concretamente en el Partido Popular, la propia situación surgida de las urnas del pasado 24 de mayo está dando lugar a algunas acciones que, apresuradas, están haciendo mover la silla e incluso los cimientos de este partido. Quienes me conocéis sabéis que nunca he sido partidario de las Revoluciones a golpe de ira y fuego; por lo que desde mi sosegada actitud  voy a analizar las consecuencias para llegar a comprender la situación.

Partamos desde el que para mí es el comienzo de todo, el año electoral de 2011. Muchos no se acordarán bien; pero es el año del famoso 15M y del casi rescate de España por parte de la Troika que dio lugar al adelanto electoral del Presidente Zapatero.

No comprender bien estos dos hechos dio lugar, en primera instancia, a que el propio gobierno del Presidente Rodríguez Zapatero no pudiera aguantar las riendas del sector más a la izquierda del PSOE. Por lo que quienes con su abstención en la investidura de 2008 se desligaron del, por aquel entonces, Presidente del Gobierno, para posicionarse ya en 2011 a favor de ese viento de indignación del 15M, con el fin de obtener en un futuro y de cara a unos próximos comicios, rédito a favor de sus propios intereses. Y por otro lado es curioso cómo la oposición por aquel entonces, el Partido Popular, no supo gestionar la situación todo lo que hubiera debido. Y a gestionar la situación me refiero tanto a explicar bien lo que se estaba haciendo (o no haciendo) desde el gobierno socialista, como conectar más con la calle, dejando que el movimiento 15M fuera el germen de la izquierda más radical. ¿Acaso no era toda la sociedad la que por aquel entonces debería de haber estado indignada? Efectivamente, ¡sí lo era!; tanto la que se manifestaba en Sol, como la que reflexionaba de forma más silenciosa y menos asamblearia.

El aluvión de votos que se le venía encima al Partido Popular en las subsiguientes elecciones era una evidencia, por lo que no interpretar bien esos resultados y dejarse llevar por los bonitos resultados podía dar lugar a una pérdida sustancial de confianza en el partido, tal y como ha ocurrido en los últimos comicios.  Y es que hay que tener en cuenta que el aumento de votantes que comenzó en las elecciones locales y regionales de 2011 y que se consolidó en las nacionales del mismo año se debió, además del voto propio, a la movilización del voto que tradicionalmente era abstencionista dentro del arco ideológico del centro-derecha, al voto de castigo del centro-izquierda hacia el socialismo y al votante indeciso de última hora que confió en la gestión popular. Por ello podemos llegar a la conclusión de que muchos de los votos obtenidos, eran votos que podríamos denominar "prestados" o "volátiles".

Una vez llegado al Gobierno con una amplia mayoría absoluta, y tras encontrarse con la mil veces mentada "herencia recibida", así como tras sortear la intervención del Estado (otra vez más) y solicitar el rescate bancario. Se llevó a cabo una política económica de emergencia nacional no aprovechándose la ocasión de ser explicada por extenso y detalladamente, a todos los niveles y a todas las esferas de la sociedad y mostrando una empatía necesaria para un momento tan difícil. Este primer error de falta de comunicación dio lugar a que, junto con la mecha encendida el 15M, surgiera un run-run en los sectores críticos que sirvió para desarrollar el argumento de que el Gobierno no cumplía con el programa electoral. Otro error más achacable al hecho de, en algunos instantes, no se actuó con el sosiego necesario para buscar la solución más conciliadora y clara de entender para la ciudadanía.

Y entonces llegó 2013 y se destapó la corrupción. Surgió Bárcenas con sus papeles y demás casos en los que a distinto nivel se vio manchada la credibilidad del partido, tanto entre sus propios votantes, como en la sociedad (ya crítica de por sí con las medidas económicas, tanto coyunturales como estructurales, llevadas a cabo). El seísmo afectó a la comunicación interna y se perdió la credibilidad hacia algunos actantes imprescindibles dentro del partido, hecho que afectó negativamente de cara a la opinión pública por no actuarse con celeridad y de manera categórica justo en el momento en el que saltó el escándalo. Otra oportunidad más para alimentar a la oposición y no ya sólo a la del hemiciclo; sino también a esa que había nacido en 2011 al calor del 15M y que ya por aquel tiempo tenía coleta y se movía como pez en el agua entre gatos nocturnos y matinales tertulianos.

Se aproximaban las elecciones, quedaba casi un año y la situación no es que llegara a ser insostenible; pero la ansiedad se podía notar en el ambiente. En ese ambiente enrarecido se intentó buscar contra corriente al votante de cuna (a ese que entiende la política como si de un equipo de fútbol se tratase), haciendo oídos sordos al cada vez mayor hastío de propios y extraños por el noble arte de la política, herida casi de muerte por la inmundicia de la corrupción y generalizada en el imaginario social bajo la etiqueta de "la casta". Se propusieron, aprovechando la mayoría absoluta, desarrollar leyes que contentaran a ese llamado sector duro del partido sin tener en cuenta las movilizaciones de todos los ámbitos, no solo de la oposición (que cada vez iba tomando más músculo tras el varapalo electoral de 2011 y ese vagar por el desierto del casi ostracismo político), sino también de ciertos sectores internos del partido, de votantes circunstanciales y "prestados" y cómo no, de los que antes no podían; pero que dadas las circunstancias se vieron con la oportunidad, la preparación y la confianza suficiente para creer que podían... y claro que pudieron. En democracia todo se puede, y gracias.

Y llegó 2015 y el tiempo echado encima. O se estaba ya preparado para la representación o tocaba estudiar a marchas forzadas el papel para no suspender la función. Nuevos partidos, conocedores de las debilidades ajenas y fortalezas propias habían surgido en el teatro de operaciones. Y a todo lo dicho anteriormente en el desarrollo cronológico explicado, se le unió la ausencia de una marcada estrategia política de comunicación y de formación común para llegar al ciudadano más inmediato en las elecciones más importantes: las autonómicas y municipales. Llegaron los resultados y el choque con el muro de la realidad es el que ha sido.

Por ello, a partir de ahora no queda sólo reflexionar y lamentarse; sino pasar a la acción. Es el momento de apostar por el futuro, la renovación, con tiempo, con serenidad, con la ciudadanía, con el afiliado, con el votante, desde la minoría hacia la mayoría. Tal y como ha hecho cualquier ente en tiempos de cambio: reflexionar sobre los pros y los contras y llevar a cabo lo más beneficioso. No es que sea el momento de los pactos de manera perentoria; sino que esa capacidad de pacto y de consenso no se debería perder nunca en Democracia. Sólo cuando la ciudadanía se sabe partícipe de la toma de decisiones que le benefician, se halla con la capacidad suficiente para dar su confianza a aquel que le expone mejor su argumentación acerca  de la realidad y sus propuestas de futuro. La comunicación es la base de la "sociedad de la paninformación" en la que nos encontramos. No haberse dado cuenta antes de esto es un error subsanable, no querer darse cuenta a partir de ahora es un suicidio.