miércoles, 4 de diciembre de 2013

La torre de PISA


Confieso que me fascina la velocidad a la que se ruborizan ciertos rostros. A qué nivel de indignación pueden llegar a apretar ciertos puños. O en cuántas miríadas de jirones rasgan sus simbólicas vestiduras muchos de los que sin ser expertos en materia educativa, y no estar ni de cerca emparentados con ella ni con los quehaceres diarios que dicho trabajo precisa, son capaces de opinar sobre el tema, cada vez que al cumplirse el tercer año se hacen públicos los resultados de las pruebas PISA que la OCDE se encarga de realizar a estudiantes de 15 años y que sirven para comprobar el nivel educativo de los países que pertenecen a la citada organización. Es verdad que es de sobra conocido que en nuestro país, aficionados desde tiempo remoto a ese gusto por el ágora y el dictamen, cual modernos cicerones. Cualquiera con una mínima capacidad de elocuencia y don de gentes, es capaz de hacerle ver a esa masa ávida de fervor, que el asno al que acaba de incrustar la flauta en el hocico, con cada musical rebuzno, se halla a la altura del virtuosismo más absoluto. Podemos ver entonces, como incluso apoyados en la barra del bar más cercano son capaces de hacer un alto en su carajillo mañanero, apartar el fútbol o el chanchullo del curro por unos instantes, para dedicarle unas áureas palabras -mirada de soslayo y guiño al respetable incluido, ellos se lo pueden permitir- a esos problemas que atañen al presente y futuro de la Educación.

Entonces, cual altos miembros del peripato, dan comienzo a la summa retahíla de sus propuestas educativas, muchas de ellas de naturaleza empírica y otras tantas recordadas de alguien que alguna vez salió en la tele a la hora de la comida, hablando del tema. “Un buen reglazo de madera en el cogote, como en mis tiempos”… “Más horas de clase. Sábados y julio cogía yo”… “Muchas vacaciones y sueldo fijo tienen esos maestros”… “Con lo que dice mi niño que aprendía con el ordenador que le regalaron y que vendió eBay, porque el maestro ya no lo utilizaba”… y otros tantos programas electorales de bodega, que de cumplirse, más de un ateo se persignaría temiendo el fin del mundo a la vuelta de la esquina. Pero no nos vayamos tan lejos, crucemos de acera y acerquémonos a aquellos que con su discurso y desde su escaño democráticamente obtenido, presentan propuestas ideológicas sobre lo que para ellos es prioritario para la educación de nuestros jóvenes. “La Religión debe salir de las aulas, porque eso es adoctrinamiento”… “Hay que españolizar regiones”… “La lengua regional es la única lengua vehicular del ‘pseudoestado’”… “Los colegios concertados son guetos elitistas”… y otras tantas lindezas que ruborizan a los que sí estamos emparentados directa o indirectamente con la educación, por la simple razón de comprender que esos discursos no sirven para afrontar el verdadero problema de la educación en España y que tan mal se refleja en los resultados PISA de Matemáticas, comprensión lectora y conocimiento científico.

Es cierto que el actual Gobierno ha acometido una reforma necesaria de la Ley, que busca la mejora educativa fijándose en otros modelos análogos de países con altos resultados. El problema añadido a tener en cuenta, además del consabido de la demora temporal con la que se obtienen resultados, es que la cultura del esfuerzo de dichos países no es trasladable a nuestra nación de un día para otro. Además, no debemos olvidar la ausencia de compromiso, seguimiento y poca exigencia en el ámbito de algunas familias, o la más escalofriante percepción de que algunos individuos no les dan importancia a la educación ni al educador en el futuro de la sociedad, y que añadidos a las diferencias socioeconómicas, demuestran que en los hogares donde se atesora más saber, se suelen obtener mejores resultados. Por lo tanto, hay que ser consecuentes con las reformas que se realizan a largo plazo, incluir a los expertos en la materia para acometerlas, tener altura de miras y paciencia con los resultados, mirar al futuro de una nación a los ojos y no solo a la ideología afín. Porque lo peor que nos podrá pasar no será que los indicadores en las tres citadas materias no remonten, sino que no seremos capaces de cumplir con la estrategia firmada con Europa en Educación, por la que España y demás países deben alcanzar unos objetivos para 2020 y además nos encontraremos con una generación mal preparada y no competitiva de cara al mercado laboral, una vez que nuestro país salga de la crisis.



miércoles, 20 de noviembre de 2013

La langosta mariachi


Graciosa es siempre esa actitud de pérdida del norte y hasta del buen gusto, en aquellas personas que tras estar acostumbradas a transitar por el valle tortuoso de las cornadas que da la vida, ésta, casi como por arte del birlibirloque, hace mudanza en su costumbre virando hacia la más áurea de las dichas. Quizá no nos acordemos ya tanto de aquellos nuevos ricos que, tras el boom del ladrillo, pulularon por nuestra geografía desfilando en fastuosos coches provistos de más extras que los utilizados en la escena del funeral de la película Gandhi, o de aquellos que construyeron palacios repletos de innumerables habitaciones vacías de sentimientos y llenas de deudas al por mayor, o de aquellos otros que a la hora de pagar, si es que lo hacían, mostraban “fajazo” de billetes al canto en un acto de poderío sin parangón. La pérdida del llamado “buen gusto” en ellos se demostraba en el hecho de la falta de costumbre a la constante posesión del vil metal entre sus manos. Tanto tuvieron, con tanta mala arte lo crearon y en tan breve espacio de tiempo lo amasaron, que en cuatro días se lo fundieron.

Para este tipo de actitud me vale el ejemplo de aquel momento inmortal de un episodio de los Simpson –sé que los que me conocéis, ahora os estaréis preguntando cómo he tardado tanto tiempo en hacer una intertextualidad a un momento de tan gran serie de animación en mi blog…– en el que Moe Szyslak, perpetuo corazón solitario y desafortunado en los amores, encuentra una señorita con la que compartir su día a día. El amor llega a la taberna del bueno de Moe, y en su falta de costumbre en el arte del amor decide encandilar a la joven con joyas y viajes; llegando incluso a, en un arrebato por agasajarla con la mayor exclusividad conocida, invitarla a cenar pidiéndole como ágape al garçon (el restaurante es de postín) que les sirva el mejor plato relleno del segundo mejor plato, o sea: langosta rellena de tacos. Actitudes absurdas, pero que reflejan la falta de educación en la gestión responsable de la riqueza y de los sentimientos a los que uno se encuentra poco acostumbrado. Pero no seré yo el que sancione su actitud, lo malos que fueron o lo rápido que lo malgastaron; como liberal convencido siempre he sido de la opinión de que todo aquel que se funde una fortuna, ya sea quemándola, está en su libertad de elegir lo que quiere hacer con su riqueza personal y con su futuro. El problema surge cuando el dinero no es de origen privado, no es fruto del azar ni de la burbuja creada para tal efecto; sino que se trata del dinero de todos aquellos que, religiosamente, pagamos nuestros impuestos para sostener todo el entramado social que da lugar al bienestar de nuestra nación. Me refiero concretamente al dinero público en esencia, y no en potencia (al dinero defraudado a Hacienda ya me referiré en otro momento), ese dinero que sale de las arcas públicas presupuestado en partidas destinadas a cuestiones diversas, ese mismo que fue contemplado por muchos como dinero sin dueño, por el simple hecho de tratarse de dinero público, ese mismo, en definitiva, que ha demostrado haber sido saqueado por sus destinatarios en una maniobra de alta ingeniería financiera para almacenarlo bien calentito bajo sus huecos colchones.

Ahora bien, lo que sí que pasaré a criticar es la actitud que, día tras día y gracias a la labor de investigación de jueces, fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y periodistas independientes, han demostrado haber llevado a cabo aquellos que llenaron sus arcas a golpe de subvención para alcanzar la paz social y lograr ese silencio de la calle tan necesario para aquel gobierno, que conocedor del hundimiento económico, irresponsablemente no hizo nada para atajarlo. Aquellos que en connivencia con la mentira, justificaron el gasto de los fondos públicos “cocinando a la carta” facturas de langostinos, esos mismos que justificaron las copas y el picoteo de la Feria de Abril como “trabajo”, estos mismos que hoy se demuestra que exportaron su negocio de formación a países de Centroamérica para cargarle a la Junta de Andalucía viajes de placer, alcohol, mariscadas… ¡y hasta mariachis! con el fin de fomentar la «Integración y Fortalecimiento Sindical en Centroamérica y El Caribe». Una suntuosa joya pagada con el dinero de aquel parado que espera en la cola de la oficina de empleo más cercana.



miércoles, 13 de noviembre de 2013

El reinado de la improvisación


A lo largo de nuestra vida, solemos ponernos metas a alcanzar de manera consciente o inconsciente; así podemos ver como el simple hecho del crecimiento lleva al ser humano, desde estados iniciales de su existencia, a lograr destrezas como hablar, andar, leer, escribir o poseer las capacidades psicomotrices con las que luego llevar a cabo el desarrollo de un largo etcétera de tareas que le servirán para desarrollar su intelecto conforme se vayan sucediendo los años de su existencia. La gran mayoría de nosotros quizá no recordemos el momento inicial en el que adquirimos por vez primera algunas de las citadas destrezas; pero el hecho de que muchos de nosotros llegáramos a perfeccionarlas y a hacer evolucionar su nivel de uso se debe al simple hecho de haber comenzado por repetir el acto hasta la actualidad. Valga el ejemplo de atarse los cordones; acto que en teoría todo adulto debería poder realizar sin esfuerzo una vez aprendido. Somos capaces de llegar a hacer el mismo nudo, de manera perfecta e incluso con los ojos cerrados, por el simple hecho de que lo llevamos repitiendo desde el primer momento en el que lo logramos hacer bien; y de hecho, lo hemos ido mejorando conforme las repeticiones se han ido sucediendo. De no ser así, a día de hoy nos sería prácticamente imposible hacerlo con éxito.

El aprendizaje afianzado en la repetición de secuencias, en los momentos iniciales del ser humano, es algo que complementa a sus aprendizajes cognitivo e instintivo. Pero el proceso de enseñanza y aprendizaje de diversos contenidos, cuando el ser humano es más adulto cambia; o mejor dicho, se ve complementado por el desarrollo del entendimiento y la capacidad analítica del mismo que le puede llevar incluso a innovar acerca de los contenidos aprendidos. Por lo tanto, las metodologías y las secuencias de aprendizaje utilizadas por quienes se encargan de dicho proceso de enseñanza se deben preparar con antelación, previendo cuál va a ser el destinatario, su nivel de destreza y qué metas se quieren alcanzar. Este proceso les será muy familiar a todos los que se dedican a la enseñanza en el nivel que sea. La labor de hacer una “programación didáctica” es algo que todo docente está obligado a realizar antes del inicio del curso, acompañado de estudios previos acerca del alumnado. Pero siempre se tendrá que revisar y anotar la evolución de su alumnado, así como la relación entre lo programado y lo alcanzado, para que en momento en el que se crea oportuno realizar los cambios pertinentes, en base a los resultados obtenidos. En resumidas cuentas, dado que la empresa es importante: educar al futuro de una nación, no se puede dejar nada a la trivial improvisación.

Por otra parte, es verdad que una vez alcanzado el nivel excelente de dominio de una destreza se puede llegar a innovar sobre la misma aplicando la improvisación en su desarrollo, y así tenemos los ejemplos en la música o en las artes escénicas. Pero tiene que quedar esto bien claro, el nivel de dominio de la destreza debe ser excelente, rozar la perfección sino superarla, para que en el momento en el que se aplique la improvisación dé como resultado una verdadera obra de arte. El problema se da cuando el que ejecuta sus actos, creyéndose experto en su destreza, por el simple hecho de tener una posición privilegiada a la hora de tomar las decisiones, las toma sin atender a las consecuencias, sin tener en cuenta los estudios previos de otros expertos en la materia y sin revisar las programaciones que deben servirle de guía para que la consecuencia de sus actos sea el éxito; entonces, entra en una espiral de toma de decisiones erróneas, sobre las que deberá regresar cada vez que se demuestre que son desacertadas, para rectificar sobre ellas, haciendo perder un tiempo valioso al alcance del éxito de las buenas ideas. Es lo que comúnmente califico como “actos embrague”, aquellos en los que el sujeto primero mete la pata, para acto seguido proceder a realizar los cambios pertinentes, con toda la pérdida de ese valioso tiempo que muchas veces va en contra y de ese reconocimiento público que tantas veces cuesta ganar.



miércoles, 6 de noviembre de 2013

¿Erasmus o Robertus?


Toda la vida buscando el mapa del tesoro, sin darnos cuenta de que nosotros mismos somos el verdadero cofre que atesora todas las grandes riquezas de la vida. Podría ser esta una sentencia que resumiera el momento de crisis, cambio y pérdida de rumbo por el que pasa nuestra sociedad; ese instante tras el terremoto en el que nos encontramos, medio aturdidos por el temblor y expectantes ante una posible nueva sacudida; dominante del afán manifiesto por encontrar un tablón salvavidas en medio de nuestra tempestad generacional, que nos impide mirar más allá de nuestros propios pies. Es cierto que hemos pasado por momentos difíciles; pero no menos arduos fueron aquellos que superaron muchos de nuestros antepasados; sí, aquellos ancestros cuyas historias, biografías y hazañas se encuentran en libros mohosos de olvidadas bibliotecas, o en la más “trendy” de las enciclopedias virtuales esperando a que hagamos clic sobre su hipervínculo.

Siempre he sido de la opinión, como exponía hace ya unas cuantas semanas, que el verdadero progreso del ser humano se debe a la perfecta combinación de los conceptos de “tradición” y “renovación” en cualquier ámbito de su existencia. Y como máximo ejemplo de ello, válgame una de las épocas de máximo esplendor de Occidente, ese periodo escrito con letras de oro en nuestra historia y que trajo la luz a las tinieblas del Antiguo Continente. Me estoy refiriendo, cómo no, al Renacimiento. Tras la desaparición de Roma como Imperio y la división del mismo en las diversas provincias que lo formaban, todas ellas corrieron una suerte desigual bajo la batuta de una dificultosa condición vital pródiga en guerras, miserias y ausencia de saber, amalgamada a su vez por un sistema político feudal, que dejaba poco margen de libertad a la sociedad medieval. Quizá más de uno, desde la óptica actual reniegue de lo malos, y hasta “medievofascistas”, que podían llegar a ser los estadistas de aquella época; pero lo que no sabrán es que para aquel periodo histórico no había otra opción posible; parafraseando a un eslogan, que muchas veces parece algo coetáneo de aquel tiempo: “Feudalismo o muerte”. Occidente lo tenía crudo, tanto las invasiones de los pueblos del Norte, como las que llegaban desde Asia propiciaban que la mano dura imperara por una simple cuestión de supervivencia, dando tiempo a que los nuevos estados resultantes adquirieran una individualidad nacional desde la que comenzar a andar hacia la modernidad. Cuando esa calma llegó y los grandes males pasaron, tuvimos la suerte como civilización de encontrarnos con unos jóvenes humanistas altamente preparados para la ocasión, hombres que con su esfuerzo supieron dotar de un brillo más intenso que el de la propia electricidad, a esa sociedad que tanto lo necesitaba. Hombres que regresaron a esos textos preservados en las bibliotecas monasteriales, para revitalizar la cultura clásica de la antigüedad grecolatina; jóvenes que apostaron por una concepción ideal y real de las ciencias y que además ubicaron al propio ser humano como medida de todas las cosas. Alumbrando con ello el concepto del “hombre del renacimiento”, libre de las cargas del pasado; pero con la experiencia suficiente, gracias a su preparación académica e inquietudes vitales, para poder extraer de aquel remoto pasado todo lo beneficioso que en él hubiera, y poder así construir su futuro.

Con el propósito de “mejorar la calidad y fortalecer la dimensión europea de la enseñanza superior fomentando la cooperación transnacional entre universidades, estimulando la movilidad en Europa y mejorando la transparencia y el pleno reconocimiento académico de los estudios y cualificaciones en toda la Unión” nació el programa ERASMUS que llevaba el nombre de uno de aquellos jóvenes, Erasmo de Rotterdam. Pero con el paso del tiempo, muchos de sus beneficiarios creyeron ver en dicho plan una oportunidad áurea para convalidar en el extranjero aquellas asignaturas-hueso de sus carreras, por otras menos dificultosas de su destino, o incluso enriquecer su conocimiento en rituales festivos europeos a niveles de “summa cum laude”. El problema es que en estos días, movido por el afán de garantizar que la aportación llegue a los estudiantes con más bajos ingresos, el Ministro Wert ha condicionado dicha beca al hecho de haber sido beneficiario de una ayuda general universitaria el curso pasado, perjudicando a los alumnos no becados el año anterior debido al carácter retroactivo de la medida y rectificando horas más tarde ante la presión y el revuelo ocasionado. Siempre he sido partidario de explicar bien las cosas, más y cuando tras un ajuste correcto de las becas se podrían ofrecer 250€ a los Erasmus que más lo necesitan, en vez de dar 38€ a todos, lo necesiten o no. No seré yo quien acuse a todo aquel que, en vez de aprovechar su Erasmus para formarse, se la dilapidó ejerciendo de Robertus en tierras extrañas. Hoy más que nunca nos encontramos con esa necesidad imperiosa de individuos altamente preparados y comprometidos para comenzar a andar hacia el futuro. Los tiempos son igual de difíciles, y volvemos a ser conscientes de que no solo las modas vuelven; sino que todo aquel tiempo que desperdiciamos en bagatelas y ocio, además, se nos vuelve en contra. Es el momento de mirar hacia el pasado y aprender de los errores… y los aciertos.



miércoles, 23 de octubre de 2013

La educación que damos


Muchas veces me han preguntado sobre cuál fue la causa que propició que decidiera dedicar mi vida laboral a la docencia de adolescentes en un instituto de Enseñanza Secundaria. Siempre he respondido lo mismo: “La bendita culpa fue de mis padres y mis maestros”. He de confesar que desde que tengo conocimiento, me he visto como una persona muy inquieta e interesada en conocer y descubrir cosas nuevas, no importaba la materia que fuera, la meta a alcanzar era aprender. Recuerdo con especial nostalgia todos aquellos momentos, duros y menos duros, en los que sentado en mi pupitre de Maristas, del Chabas o del Trevenque, ejercía mi labor como alumno, entusiasmado por la capacidad que tenían mis maestros y profesores para transmitir todo el conocimiento que su experiencia atesoraba. Es cierto también que no todos los momentos fueron igual de fáciles; pero sí es verdad que siempre pudieron encontrar en mí a un alumno comprometido y respetuoso con la labor que ellos desempeñaban.

En este instante entró en escena otro de los elementos primordiales en la educación de todo joven, la familia. Sin los valores que me inculcaron mis padres desde el primer momento, sé que nada de esto habría sido posible. Analizar su labor como educadores ha sido para mí siempre algo bastante curioso, sobre todo porque siendo novatos en el tema y dejando a un lado manuales, pedagogía y modas educativas, supieron transmitirme un alto nivel de valores humanos y sociales que siguen tan frescos como el primer día; y ahí viene mi sorpresa, sin ningún grito, ni mala palabra, ni amenazas; al contrario, desde el primer día diálogo y explicaciones constantes. Como muchas veces decía mi madre: “A un niño pequeño no hay que amenazarle para que se comporte de una determinada forma, porque tarde o temprano querrá rebelarse; sino que hay que hacerle comprender cuáles son las consecuencias, buenas y malas, de sus actos”. Pero su labor no se queda ahí, su implicación e interés en mi desarrollo académico era patente. Reuniones, tutorías, charlas con otros padres, con profesores, con amigos míos hacía que la labor educativa que desempeñaban en casa tuviera su eco en clase, retroalimentándose hasta engranar la maquinaria de mi vida. Y entonces pasaron los años y hubo que elegir hacia dónde dirigir mi futuro, en el que poco a poco aparecieron inquietudes como la capacidad de servicio público, siempre he creído que no hay mayor satisfacción para una persona que ayudar a mejorar a la sociedad desde tu propio puesto de trabajo. A ésta se unieron el gusto por los contenidos históricos, artísticos y comunicativos que propiciaban el estudio de las asignaturas de Letras. Además aparecieron en mi camino profesores que me enseñaron, que aunque tenían una asignatura donde mis gustos podían verse contentados, su alto nivel de exigencia y justicia para el trabajo de la materia que impartían, la hacía a su vez más atractiva. El siguiente paso era fácil, marcar la meta a alcanzar y luchar por ella. Ahora bien, tuve que atravesar unos años universitarios en los que, aunque excelentes; por fallos en el planteamiento del sistema de formación del personal laboral docente en España, no se instruía al alumnado en labores docentes; sino en labores académicas de investigación sobre la Lengua castellana y su Literatura. Esto pudo hacerme flaquear en algunos momentos; pero lo bueno es que la motivación por desempeñar en un futuro la labor de profesor contrarrestaban los altibajos. El viaje hacia la meta se completaba con un año del curso para la obtención del Certificado de Aptitud Pedagógica (actual Máster), las por algunos temidas oposiciones, y por fin la llegada al instituto.

Llegar a tocar la campana de la meta. Saber que vas a poder desempeñar la responsable labor de educar al futuro de una nación, es una satisfacción inconmensurable. El problema es que entonces, en ese preciso instante de felicidad desatada, uno se encuentra con gente desmotivada, alumnos que no ven que sus inquietudes se satisfagan, docentes que no encuentran más estímulo que el de poseer un sueldo fijo a fin de mes, familias que no se implican en la educación académica de sus hijos e índices de fracaso escolar, absentismo y abandono que harían a más de uno tirarse de los pelos. Entonces, en ese preciso instante te miras al espejo del pasado y recuerdas, en tu ausencia de experiencia docente, querer ser ese profesor ideal que hizo que tú te interesaras por su asignatura, haciéndole comprender a todos los alumnos cuáles son las consecuencias de una buena educación.



miércoles, 16 de octubre de 2013

Renovarse o morir


A veces no somos lo suficientemente conscientes de hacia dónde dirigimos nuestros pasos como civilización, es normal que ante el devenir lógico del continuo temporal, muchas veces el propio ser humano sienta un desasosiego interior cuando se para a reflexionar acerca del trascendentalismo y el futuro más inmediato de su propia existencia. Éste es un motivo filosófico muy recurrido, e incluso recurrente además, en épocas de cambios, en tiempos de crisis. Todo cambio siempre conlleva un proceso de adaptación y aprendizaje; y por la propia naturaleza que nos invade, como seres de costumbres que somos, a los propios seres humanos cuando nos encontramos en esos momentos de alteración momentánea y pasajera de nuestra más monótona cotidianidad, nos invade esa tesitura de dar el paso hacia adelante o quedarnos estancados.

¿Avanzar o parar máquinas? Acostumbrados a vivir en una sociedad en la que la espiral del avance científico y tecnológico gira a unas velocidades vertiginosas, e incomparablemente superiores muchas veces a la lógica rotación de las manillas del reloj, podemos sentirnos atraídos por tratar de adoptar una postura forzada en el intento de “estar a la última moda”, sin reflexión alguna acerca de si ese futuro prometedor, que se nos presenta ante nuestros ojos bajo la figura de un deseado y novedoso invento o actitud social, puede verdaderamente sernos de utilidad para nuestra vida. En el caso contrario, el inmovilismo y la cerrazón ante cualquier forma de progreso, así como la reflexión depresiva resumida en esa expresión tan nuestra de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”, puede llevarnos a hacernos caer en un error parecido al reflejado en el caso anterior; mediante el cual, seremos incapaces de detectar aquellos valores positivos encerrados en esas nuevas actitudes y objetos que nos traigan los tiempos modernos, dejando pasar un tiempo precioso de adaptación y uso a tales novedades, para que con el paso del tiempo se conviertan en verdaderas herramientas beneficiosas para el progreso real de la sociedad. ¿Cuántas veces no habremos visto a individuos saturados por la desmesurada e incontrolada aceptación de últimas modas como ejemplos de progreso real? ¿Cuántas veces no habremos presenciado la visión de aquel individuo que, negando cualquier progreso por el simple hecho de serlo, se encuentra, llegado el momento oportuno, corriendo a marchas forzadas contrarreloj por intentar ponerse al día? Los momentos que todos recordemos quizá sean múltiples y variados en forma y desenlace; pero siempre traumáticos para la persona que lo sufre. Y es que el primer paso que hay que dar ante el progreso es la reflexión, adoptando casi una actitud aristotélica de búsqueda de la virtud; es cierto que habrá momentos en los que haya que apostar fuerte por una de ambas dicotomías; pero sin tener educada la capacidad de reflexión del justo medio será imposible alcanzar la meta deseada.

Los claros ejemplos de que la mezcla de ambas posiciones, en su justa medida, dan buenos resultados los tenemos en todos los avances consolidados, así como posturas filosóficas, modas, artes y demás actitudes sociales que han demostrado ser eficaces aunando “tradición” y “renovación” en sus bases. Por lo tanto, adaptando estos dos aspectos al ámbito que sirve para crear el futuro de una sociedad, la Educación. Hoy más que nunca, habiéndose demostrado que ha habido leyes educativas que han fracasado en su intento de alcanzar unas cotas de éxito académico comparables a países de nuestro entorno, leyes que incluyeron con su implantación metodologías y herramientas educativas tan novedosas que no fueron acompañadas de un estudio previo de impacto de las mismas, siendo dadas por buenas solo por el hecho de ser novedosas, es el momento de apostar por una revisión de la Ley Educativa en búsqueda de una mejora del propio sistema que les sirva a nuestros jóvenes y al futuro de nuestro país, para posicionarse en el mundo del mañana. Todo tiempo que perdamos en conflictos de alternancia de leyes, por el simple hecho de no ser acordes a ideologías o principios anquilosados, supondrá luego, a marchas forzadas tener que llevar a cabo las reformas necesarias que nos sirvan para alcanzar en 2020 los objetivos educativos marcados por Europa. El tiempo corre en nuestra contra y como bien dijo Unamuno: “el verdadero progreso consiste en renovarse”.



miércoles, 9 de octubre de 2013

Menú del día


Hoy me toca comer fuera. Alguna vez que otra, bien por falta de tiempo o bien por romper con la rutina de la comida solitaria en casa, me gusta visitar alguno de los muchos bar-restaurant que pueblan la geografía española, en los que además de disfrutar de viandas y platos caseros de calidad y consistencia contrastada, válidos para saciar el apetito del trabajador español a la hora del almuerzo, y proporcionarle el vigor suficiente para, en muchos casos, poder proseguir con su jornada laboral; sirven para pulsar ese latido de la sociedad tan nuestro a la hora de la comida. La escena quizá les sea conocida. Típico mesón andaluz, suelo con alguna que otra arrugada servilleta de papel, amplia barra de acero inoxidable, y tras ella una muchacha que después de sus horas correspondientes en el instituto, coincidiendo con la hora de la comida, va a echarles una mano a sus padres, dueños del local, para cobrar los menús y preparar los cafés. Mientras, la  madre, con una precisión de reloj suizo, se afana en la cocina en la preparación de los platos; y el padre, con una velocidad pasmosa, se esmera por no perder ni un minuto en hacer que las comidas lleguen ordenadas al respetable. Conjunto digno del mayor galardón en calidad, sincronización y trabajo de equipo, y encima, con un miembro menos, por caerse de la moto. Nada grave, para la vez próxima aprenderá a no hacer el ganso con la dos ruedas por las cuestas.

La zona de las mesas, que en otros sitios recibiría el nombre salón o reservado, dependiendo del precio del cubierto, aquí se utiliza, con su marquesina de madera de separación con el resto del local, para ubicar el comedor a ciertas horas y para recibir a los aficionados al deporte rey a otras tantas, haciéndolo coincidir en todas ellas con un incombustible televisor tamaño pared, cuya programación se alterna entre las noticias o el fútbol. Como no es menos de esperar, es la hora de la comida, y válgame el cielo, tocan noticias. Me siento con la musiquilla del sumario, abre la comparecencia de la ex Ministra socialista Magdalena Álvarez ante la juez Alaya por presuntos delitos de prevaricación y malversación en la investigación de los ERE falsos de la Junta de Andalucía, noticia que se complementa con las nuevas detenciones llevadas a cabo por la Guardia Civil en el marco de la investigación y tras anunciarlo la locutora… ¡zas! Golpe en una de las mesas en las que hay sentados dos señores enfundados en su mono azul electricista. “¡Te lo dije Manolo, que todavía caen más. Ya hasta sindicalistas!” –le espeta uno al otro en tono de indignación y clarividencia–. Parece que un espectáculo de irritación contenida va a dar comienzo en una de las mesas cercanas, y aprovechando que el comedor no está lleno, creo, que entre el tintineo de platos y el bullicio contenido, podré pegar la oreja discretamente a su conversación. Siguiente noticia: La OCDE sitúa a los adultos españoles en el último lugar en competencia matemática y lectora. “¡Ale, encima de que nos roban, somos los más tontos del mundo! Normal, así nos va.” –esta vez no hay golpe, pero el codazo al compañero no falta–. El comentario del resto de las noticias del sumario no levanta tanta expectación en el vecino comensal; parece que con esos dos platos habrá suficiente para comer.

Llega la ampliación de las noticias del sumario y entonces, a sus postres, que coincide casi con la llegada de mi primero comienza un lúcido monólogo digno del mejor sociólogo. Donde le argumenta a Manolo, silencioso éste en todo momento, que tras tanto proclamar la izquierda a los cuatro vientos, que los que robaban en España eran los “señoricos” y que Andalucía estaba tan atrasada a causa de que las políticas de izquierdas las tumbaban en Madrid los gobiernos de derechas, a él ya se le ha caído la venda. Que de siempre su familia había sido socialista; pero que tras ver cómo dejó el país “el de las cejas”, cambió su voto; y que ahora que se está descubriendo todo lo que han hecho en Andalucía, no se lo pensará para las próximas. Que quizá hayan cambiado de presidente los socialistas, pero que ha leído por ahí que lo hace para que no lo pillen y lo meta en el trullo esa jueza que los tiene bien puestos, y que si él fuera ella andaría con cuidado, porque aquí en Andalucía los bandoleros ya no van con caballo ni trabuco, sino con coche oficial y traje. Y que ya está bien de que haya tontos en esta tierra, que la política no es como el fútbol, del Madrid o del Barsa hasta la muerte; que lo que tienen que hacer los jóvenes es estudiar para que no los engañen; y si la educación no da resultado, entonces que la cambien; a no ser que no quieran porque así es más fácil de manejar al personal. Es curioso el discurso que se está marcando y en mi embeleso por prestarle atención, intentando éste buscar al camarero se ha percatado de que lo estaba escuchando, y ante su atenta mirada me dirige unas palabras: “Y usted, que me han dicho que es maestro, porque en un pueblo tan chico todos nos conocemos, luche porque los jóvenes salgan con una buena educación”. Ante lo que yo, orgulloso de sus palabras y ni corto ni perezoso, dirijo dos dedos de mi mano a mi frente, a modo de saludo y le respondo: “Amén”.



miércoles, 2 de octubre de 2013

Inquietud a cuatro bandas


Es de sobra conocida la situación por la que pasamos desde hace un tiempo los funcionarios en este país. Con la falta de previsión y la mala praxis del anterior Gobierno del Presidente Rodríguez Zapatero, se sufrió la enésima congelación salarial y el primer recorte en el sueldo de este colectivo de la historia. A raíz del siguiente cambio de Ejecutivo, y tras descubrirse el pufo de déficit real del Estado ocasionado por el anterior gobierno, se promulgaron con carácter de urgencia las medidas de congelación del salario, además de la supresión del complemento extraordinario de Navidad en 2012; medidas éstas excepcionales llevadas a cabo con el fin de intentar cuadrar las cuentas y con el propósito de ser reembolsadas por medio de beneficios fiscales y repuestas una vez se empezase a ver alguna mejora en el sistema nacional de cuentas. La hemeroteca no miente y el pasado 24 de octubre el Presidente Rajoy anunció en el pleno del Senado la reposición de las pagas extraordinarias de Navidad ya en este año; además de prometer que en cuanto pudiera mejoraría la situación de dicho colectivo, al que ya se le había pedido un "notable esfuerzo".

La sorpresa ha saltado esta mañana con las noticias, y mi preocupación se ha acrecentado cuando, la Consejera de Hacienda de la Junta de Andalucía ha afirmado que no descartaba volver a recortar los salarios de los funcionarios andaluces, así como llevar a cabo la supresión de las pagas extras. Volvemos entonces a encontrarnos con dos maneras de hacer política. La de aquellos, que dadas las difíciles circunstancias intentan desde Madrid arreglar el problema que ellos no provocaron, pero que se encontraron al llegar al Gobierno, intentando perjudicar lo menos posible al ciudadano y llevando a cabo un ejercicio máximo de compromiso con el futuro estable de nuestra nación. Y la de aquellos, compañeros de partido de los artífices de la nefasta situación nacional y herederos de la mala situación por la que pasa Andalucía, que se empeñan en seguir recortando servicios con el fin único de mostrarse ante la opinión pública como víctimas de una política coyuntural diametralmente distinta a la suya, y gracias, que desde Madrid trata de hacer encaje de bolillos en esta España autonómica (para muchos paradigma de la utopía federalista necesaria) que anda a varias velocidades económicas según el símbolo del gobierno autonómico que les toque a los ciudadanos.

Mi cuádruple preocupación entonces es:

-¿Dónde están en Andalucía esos sindicatos de clase que tanto se movilizaron cuando Rajoy suprimió la paga de Navidad en 2012?

-¿Qué argumentos esgrimirá la Junta cuando Rajoy reponga la paga extraordinaria a los funcionarios estatales este año?

-¿Hay derecho a que un mismo colectivo a nivel nacional como es el funcionariado sufra la mala gestión del gobierno autonómico que le toque en suerte o desgracia?

-¿Seguirá habiendo entre la ciudadanía individuos a los que les parezca no solo bien, sino además necesaria, la rebaja del salario de los funcionarios, dado el carácter indefinido del contrato de los mismos?

Las respuestas en las próximas entradas de la realidad.

PD Agradeceros a todos los que me leéis y disculpas por la espera veraniega. Semanalmente un comentario más sobre la actualidad.



miércoles, 3 de julio de 2013

Chiringuito 2.0


¡Ya tenemos aquí las vacaciones! Es comenzar a cambiar el tiempo y nuestra actitud ante la vida se modifica. Nuestro cuerpo incluso llega a funcionar al ralentí dependiendo de la hora del día en que nos hallemos. Nuestros hábitos de vida se alteran, los días son más largos, tenemos más tiempo para estar con esas personas que no vemos durante el resto del año, comemos a deshoras, donde sea y lo que sea, llegamos a perder la noción del tiempo y el espacio por tratar de desconectar de esa actividad que monótona nos acompaña diariamente. Vemos la vida de otro color, tanto, que los colores que nos visten cambian; la ropa se reduce, el cuello vuelto y la manga larga dejan paso a esa piel que, de tonalidades más propias de la moda decimonónica, pasará en unos días a codearse con colores más próximos al del inglés veraneante en Benidorm, antes de adquirir ese color cobrizo justo días antes de que acabe la temporada de baño y haya que volver a las aulas –sé que más de uno a esta última palabra escrita le ha puesto una jota delante, prometo no hablar más de ellas en este post–.

Llega el momento de elegir cómo cambiar de aires, y a no ser que uno viva en Granada, donde tiene el privilegio de tener ambas cosas a treinta minutos de distancia… ¿playa o montaña? Todos sabemos que el turismo de interior, del que me confieso fiel seguidor, está teniendo muchísimo tirón últimamente. Pero no nos hagamos ilusiones ni llevemos a engaño, la reina del verano, y más aquí en España es la señora playa. Y no es por caer en los tópicos estereotipados, pero si ustedes escriben en un papel “playa”, “paella”, “sangría” y “Manolo”, y debajo ponen “dígame el país”, el cien por cien de los encuestados terminará poniendo “España”. Así que no tardemos más, ¡vámonos a la playa! Es oírse esta frase en más de un hogar de nuestro país y como por arte de magia comenzar a desarrollarse una compleja labor de logística, digna de la más secreta incursión militar; en la que los parámetros principales de la misión son contabilizar cuántos son los miembros a movilizar, elegir el vehículo de campaña, y preparar toda la impedimenta a trasladar hasta el punto más cercano a la orilla. Tanto si planeamos la misión a varios días vista, como si espontánea y unilateralmente decidimos conquistar la orilla más cercana, tendremos que llevar a cabo la puesta a punto de toallas, sillas, bañadores, cremas, nevera, víveres, bebida, sombrilla, palas, cubos, gorras, gafas y alguna lectura, que tras ubicarlas ordenadamente en el maletero del coche, como si una partida en el nivel décimo del Tetris se tratara;  nos serán de gran ayuda para hacernos pasar un buen rato de playa, entre vuelta y vuelta de sol, con su baño incluido, siempre que las medusas nos lo permitan.

Pero los tiempos han cambiado, y ahora hay que darle la bienvenida, como si de un artilugio más de playa se tratara, al que se está convirtiendo en un apéndice imprescindible para muchas personas en estos tiempos modernos, la navaja suiza del siglo XXI, ¡las “tablets” y “smartphones”! Porque ¿cómo íbamos a ser capaces antes de llegar a la playa sin que el GPS no nos indicara el camino y el estado del tráfico en nuestras carreteras? ¿Cómo íbamos a averiguar hace unos años en qué playa hacía buen tiempo, viento favorable y ausencia de medusas sin consultarlo previamente en internet? ¿Cómo íbamos a aventurarnos a ir a algún chiringuito sin que el mismo apareciese recomendado en la aplicación “Guía de gastrobares a pie de orilla”? Y así podríamos seguir hasta donde el ingenio humano alcance. Pero el problema no es que la tecnología esté introduciéndose en ámbitos de nuestra vida cotidiana para hacérnosla más fácil a una velocidad luminosa; sino que esta tecnología que se nos brinda como una herramienta de ayuda en el trabajo y el ocio, se está convirtiendo en algo imprescindible para muchas personas, desplazando y perdiéndose con ello, en algunos casos, la esencia singular de que el ser humano es un ser social por naturaleza, y no tecnológicamente. Por ello, antes de ver si es imprescindible que nuestro chiringuito tenga conexión wifi durante nuestras vacaciones, parémonos a pensar si queremos que el día de mañana nuestros hijos hagan castillos de arena en una aplicación desde sus tablets sin salir de casa. Pero no nos agobiemos que ya tenemos aquí las vacaciones… ¡y toca disfrutarlas!



miércoles, 19 de junio de 2013

Un mundo más cercano


Aún recuerdo aquel instante preciso cuando, rondando yo esa edad que sirve de tránsito de la educación primaria a la secundaria, descubrí que en nuestro país hubo una época pretérita, y no tan lejana de mi presente, en el que la posibilidad de reunirse libremente en medio de la calle o conversar de manera distendida con cualquiera, acerca del tema que su libre albedrío eligiese, estaba prohibido. Puedo rememorar las preguntas que pude formularle a mi profesor en Maristas y a mis padres al llegar a casa en el momento en el que descubrí aquello; y puedo traer a mi presente más inmediato esa inquietud al desvelárseme, en ambos casos, que la causa de aquella falta de actividades que yo veía normales y justas, y que practicaba de forma diaria con mis amigos en ese gran terreno de juego que eran las calles de mis ciudades de la infancia, se debía a la ausencia de esa libertad que sí nos otorgaba la Constitución Española de 1978 en sus artículos 20º y 21º. “¿No había libertad? ¿La gente no se podía reunir cuándo, dónde y con quién quisiera, a hablar de lo que le diera la gana? ¡Pues vaya un aburrimiento!”

Desde la óptica de un muchacho que cuyas metas por aquel entonces eran obtener la máxima nota en cualquier examen, terminar el primero en hacer los deberes, jugar al baloncesto con los amigos, vivir nuevas aventuras en esos libros que pululaban por casa o descubrir el mundo natural que le rodeaba, podía ser un aburrimiento; pero la verdad que conforme iba creciendo y conociendo más aquella época, más injusto me parecía que alguna vez pudiera haberse dado en mi país un comportamiento así. ¿Qué de malo podía haber en que varias personas se reunieran para hablar de lo que fuera? Con el tiempo descubrí que el miedo podía radicar en los propios gobernantes, que dictaban leyes para el pueblo –pero  sin el pueblo–, y en el temor de que una masa de ciudadanos pudiera arrebatarles ese poder que ostentaban. Por lo que me puse a indagar en ese texto que nos otorgaba aquellas leyes que nos permitía hacer cosas que nuestros antepasados no osaban ni imaginar. Y así fue como descubrí la libertad que tenían los ciudadanos de participar de asuntos públicos, los trabajadores de ir a la huelga, descubrí también que cualquier persona no podía juzgar a otra por su ideología ni por su creencia religiosa, o que nadie podía privar de la libertad a nadie y que la seguridad de todos nosotros estaba a salvo, así como nuestro derecho a la vida y a la integridad física o moral y a establecer libremente nuestra residencia o a circular por cualquier parte de nuestro país, ¡faltaría más! Eran cosas tan obvias… quizá muchas de ellas ya existieran; pero ahí estaban en ese libro de leyes supremo que rige la existencia de nuestro país. Sería injusto no obedecerlo o que no se hicieran cumplir. Pues sí, me equivocaba. Conforme fui creciendo, madurando y dándome cuenta del mundo que me rodeaba me topé con una realidad en la que había gente que era capaz de asesinar por pensar diferente, de prejuzgar a individuos por pertenecer a una ideología o creencia religiosa distinta a la suya, a secuestrar por desempeñar una labor profesional determinada, a impedir que personas que querían vivir en aquella tierra donde tenían sus raíces pudieran hacerlo teniendo que emigrar, a llevar hasta las máximas consecuencias de terror e intolerancia ciudadana la idea de que o era su forma de ver las cosas la que prevalecía o no habría vuelta de hoja.

Con el paso de los años esta situación fue cambiando y apaciguándose; aunque aún siga existiendo cierto resquemor. El problema es que esa intolerancia mencionada no ha sido eliminada; sino sustituida en sus actantes, sociales e ideológicos, por nuevos personajes con nuevas banderas que aparecen para intentar hacer el mismo daño en las instituciones públicas con sus actos y palabras, escudándose a su vez en esa libertad que les garantiza nuestra Carta Magna. El problema es que nunca entendieron que en nuestra Constitución, al igual que hay un apartado de derechos, existe también el de obligaciones. No entender que en un mundo globalizado, en que ha quedado descubierto que todo lo que nos dijeron del capitalismo y el comunismo era verdad y mentira, eliminar la capacidad para dialogar y llegar al consenso con la simple meta de hacer de este mundo un lugar mejor, es privar a una civilización entera de todas aquellas ventanas comunicativas que nos abren los avances tecnológicos del siglo XXI.



miércoles, 5 de junio de 2013

Es bueno hacer memoria


Confieso que me pone de mala leche, y peor café, que tanta historia que atesora nuestra tierra se vaya tantas veces por el sumidero del ostracismo o quede arrumbada en algún cajón olvidado de cualquier archivo atestado de legajos mohosos, que esperan catalogación (previa autorización de la autoridad competente al becario de turno) y que serán pasto del decoro "politicamentecorrecto" del que tanto adolecen ciertos sectores de nuestra sociedad. Y es que en nuestro país no solo nos dedicamos a olvidar a esos personajes legendarios o hechos históricos gloriosos que con tanto orgullo muestran al común de los mortales otros pueblos o países, y que en momentos de adversidad tanto bien hacen por la unidad de sus habitantes. Sino que además nos dedicamos, en una guerra sin cuartel no declarada pero con los tiempos muy bien marcados, a adscribir a dichos héroes o leyendas a los dos bandos que se enfrentaron en la guerra civil española de 1936, olvidando que dichos personajes y hechos históricos son secularmente anteriores a ese conflicto. Y así, eruditos amaestrados en el arte de la patraña dejan correr ríos de tinta y remontan tanto la corriente de la historia, que llegan a dilucidar si el cavernícola que pintó el bisonte de Altamira era más del bando franquista o del republicano.

En España nos cuesta disfrutar de nuestra historia simplemente por el placer que produce el conocimiento de la misma, sin revisarla adscrita a una ideología actual, sin reescribirla. Dando la sensación tantas veces de que se reinterpretan algunas épocas históricas alistándolas a algún bando guerracivilista, con el fin de saldar alguna deuda familiar con esa época que tanto repercutió en su día en la vida de todos los españoles y que en la actualidad, paradojicamente, quienes no la vivieron, tanto se empeñan en no querer cicatrizar. Y así, en el afán por institucionalizar dicho comportamiento, se alumbró en su día una Ley de Memoria Histórica que mezclada (no agitada) a la Alianza de Civilizaciones, produjo un "cocktail" que en la mayoría de casos dio lugar a una resaca que llega incluso hasta nuestros días. Pudimos ver entonces cómo a la hora de buscar a Lorca, sospechosamente, no se encontraron sus restos donde la leyenda indicaba; cómo se retuvieron a la justicia las memorias de Niceto Alcalá-Zamora tras su recuperación en 2008 en la "Operación León" (robadas desde 1937) porque en ellas parece que no salía bien parado el Partido socialista; cómo nos encontramos de un día para otro a un centenar de musulmanes rezando en la Mezquita Catedral de Córdoba; o cómo hubo algún iluminado que vio inapropiados los escudos de Aragón, Guadix o Almuñécar, por aparecer en ellos cabezas de moros, yugos y flechas. Y así nos pasa con muchas otras cosas: con las festividades, como los toros en Cataluña, porque transmiten un sentimiento español que choca con el nacionalismo; con el olvido de personajes ilustres, ¿alguien sabe que parte de los huesos del Cid Campeador se encuentran en Alemania, Francia y República Checa?, ¿cuántos saben que uno de los almirantes más ilustres que hemos tenido, como fue el granadino don Álvaro de Bazán tiene una estatua en la Plaza de la Villa de Madrid?, ¿quién recuerda la victoria en la Defensa de Cartagena de Indias por Blas de Lezo, donde por cada español había díez ingleses?; o con la conmemoración de hechos históricos relevantes, como la celebración el verano pasado de los ochocientos años de la Batalla de las Navas de Tolosa, o este año del quinto centenario del descubrimiento de Florida por parte del español Juan Ponce de León (bueno, esto sí que lo celebraron bien; pero en Estados Unidos), o que todos los años (y desde 1492), el dos de enero se conmemora en Granada la Toma de la ciudad por parte de los Reyes Católicos.

En esta última me quedo, confieso que la tierra me tira; pero es que encima con la injusticia no trago. Porque es en la Toma de Granada donde se juntan esos dos grandes sinsentidos socialistas, la Ley de Memoria Histórica con la Alianza de Civilizaciones, para impedir que sea declarada dicha festividad como Bien de Interés Cultural por parte de la Junta de Andalucía, aduciendo "sotto voce" que es una conmemoración instaurada por el franquismo (no sé yo si en 1492 Franco ya estaría por allí) y que además no promueve el amor fraternal entre culturas (que yo sepa lo único que se hace es tremolar el estandarte real y mostrar el respeto a sus católicas majestades, que por si alguno no lo sabe tienen su mausoleo en Granada, sin llamarse al odio contra nadie). Aunque el argumento que parece determinante para su no declaración es, que ha sido el Partido Popular quien ha llevado a cabo la propuesta y por el contrario, en la Junta gobierna quien gobierna. Otra vez en Granada "con la Junta hemos topado"; pero no se desanimen, al contrario, al igual que con la histora, cuando se pongan a hablar de lo bien que el gobierno regional se porta con Granada, les animo a recordarles que es bueno hacer memoria.



miércoles, 15 de mayo de 2013

Identidad perdida



Desde que tengo uso de razón me he considerado seguidor incondicional del Real Madrid y no porque el fútbol me gustase, es de sobra conocido que desde siempre mi deporte predilecto ha sido el baloncesto; sino porque desde bien temprana edad recuerdo ver a mi padre vibrar con tardes de gloria madridista en la que once jugadores daban todo por una camiseta blanca que en la mayoría de las veces, una vez transcurridos los noventa minutos, acababa empapada de sudor, hierba, barro y hasta sangre de los hombres que la vestían. Por aquel entonces yo no tenía ni idea de las reglas de juego debido a mi juventud, pero sí es verdad que el amor por ese escudo y esa camiseta fue brotando gracias a las incontables veces en las que mi padre cantaba los goles y celebraba las victorias.

Con el paso de los años fui aprendiendo las normas de aquel deporte, aunque en la práctica yo siguiera entrenando por encestar cada vez más canastas en el colegio. Conforme más partidos veía, más quedaban en mi memoria nombres inmortales de la leyenda de este glorioso club, que con tanto orgullo recitaba mi padre: Juanito, Santilla, Butragueño, Martín Vázquez, Sanchís, Míchel… Y conforme iba siendo capaz de recordarlos, y hasta de reconocerlos, mi padre vio el momento oportuno para hablarme de lo que suponía históricamente el Real Madrid. Me lo describió como el club que más títulos europeos y nacionales poseía, donde grandes jugadores habían marcado época vistiendo esa camiseta, donde un estadio de cerca de cien mil espectadores se llenaba con gente de pie animando durante todo el encuentro, donde no se daba ningún partido por perdido por adverso que fuese el resultado, donde no había que menospreciar al rival bajo ninguna circunstancia, donde muchos jugadores de otros equipos anhelaban jugar en algún momento de sus carreras, y donde, pasase lo que pasase en el terreno de juego, se respetaba al adversario institucional y deportivamente. Cuestión ésta que repetía más de una vez mi padre bajo la frase de que “uno es del Real Madrid porque es un club de caballeros con valores”. Conforme pasaron los años y yo fui creciendo, se sucedieron victorias y derrotas, éxitos y fracasos que marcaron mi experiencia como seguidor de este club; pero que en ningún momento me hicieron dudar de mis ideales. Sabía que por muy adversa que fuese la situación siempre aparecerían jugadores cada vez mejores, dirigidos con mano certera por entrenadores que les enseñarían la grandeza de la legendaria camiseta que se enfundaban en cada partido. Y así fue como se hicieron grandes en el equipo Raúl, Hierro, Guti, Zamorano, Laudrup, Roberto Carlos, Mijatovic, Redondo… Jugadores que si por algo se caracterizaron fue por su entrega incondicional a algo que iba más allá de un simple escudo estampado en una camiseta, llegando en muchos a ser incluso una filosofía de vida.

Pero llegó un momento, en el que viéndose en la cúspide del siglo XX, el timón de la nave cambió de dirección y no se supo mantener esa política de cimentar la plantilla con jugadores que, desde las categorías inferiores, conocían lo que eran los valores del club, complementándola con aquellos fichajes que fueran necesarios. Se creyó que la grandeza la propiciaban las ganancias o los éxitos simplemente, y en esa ceguera se vieron abandonados los demás valores, desfilando por el club innumerables jugadores y entrenadores que aunque consiguieron títulos, pocos dejaron su impronta. El respeto desde y hacia otros equipos se fue perdiendo y el blanco de la camiseta tiñéndose de ese  gris apático actual. Quizá muchos se cuestionen por ello, pero ya dice el refrán que quien olvida su historia está condenado a repetirla; aunque en cuestión de éxitos quien olvida sus valores y principios está obligado a vagar sin rumbo por el derrotismo, a pesar de las victorias que consiga.


miércoles, 8 de mayo de 2013

En la cuerda floja



El pasado lunes pudimos asistir a una de esas jornadas que los romanos calificaban como dies horribilis, uno de esos días en que quienes lo sufren una vez pasado, al reflexionar sobre el mismo –si lo hacen, claro– expresan aliviados resignadas peroratas sintetizadas en el manido argumento de que no deberían haberse levantado de la cama al sonar el despertador. Es como si a partir de esa llamada que iniciaba un nuevo día se hubiera desatado la mayor de las tormentas imaginables, como si el rasgar la hoja del calendario de la jornada anterior hubiera actuado como catalizador, alineando todos los planetas en contra de la ya maltrecha y zozobrante nave socialista.

Y es que todo comenzó a raíz de que a Alfredo se le pasara por la cabeza la ingenua idea de que, dado que España había gastado 40.000 millones de euros de los 100.000 millones solicitados a Europa del Mecanismo Europeo de Estabilidad para la banca española, y que de ese montante total sobraban aún 60.000 millones por gastar; se crease un Plan de Reactivación Económica utilizando la mitad del sobrante (30.000 millones) para que fluyera el crédito entre las pymes y para que las familias pudieran renegociar sus hipotecas. Medida quizá acertada para momentos en los que las encuestas no les son favorables, populista podríamos denominarla; pero que nos resucitaría el fantasma del intervencionismo del estado, acercándonos a fechas en las que los hombres de negro estuvieron a punto de cruzar la frontera. La pregunta es ¿y cómo repartiría el dinero? ¿Quizá llevando a cabo una política parecida a la del cheque-bebé? Si algo no necesita nuestro país es volver a caer en los errores que durante la etapa del ejecutivo de Rodríguez Zapatero propiciaron la situación tan dificultosa por la que deambuló nuestro país. ¿Cómo se iban a pagar entonces los intereses de dicho préstamo? ¿Con otro préstamo? ¿Quién confiaría en nosotros? Dudo mucho que Europa o EEUU dieran el visto bueno. Y así fue como se desencadenó el desastre, dado que en apenas cuatro horas, desde Bruselas se anunció que el Plan Rubalcaba era inviable.

Este parece que fue el movimiento sísmico que trastocó toda la jornada, propagando su ola expansiva por toda la geografía nacional, propiciando diversas noticias donde el epicentro era siempre el Partido Socialista. Y así pasó horas más tarde, apareciendo en los medios Beatriz Talegón, aquella que en su día echó una regañina (o moralina) durante el Consejo de la Internacional Socialista por hacer la revolución desde un hotel de 5 estrellas, y que en el día de autos planteaba que detrás del movimiento 15M podía estar la derecha. Quizá en este caso su discurso estuviera invadido por el hemisferio derecho, propio de las actividades inconscientes, o quizá le invadieran a ella las ganas de posicionarse en la carrera a las primarias. Sea como fuere, si a sucesión socialista nos referimos, una de las candidatas, Carme Chacón, tuvo en tal jornada su momento de gloria; puesto que reprendió, vía misiva, al PSC y a Pere Navarro por acudir a la ‘Cumbre por el Derecho a Decidir’ de los nacionalistas, no sentándole bien a éste y creando más división si cabe entre ambas federaciones; aunque después de la Cumbre Pere Navarro se mostró preocupado y decepcionado por la actitud de Artur Mas, convirtiéndose su reacción en mofa de propios y extraños. Tal vez él se esperaba otra reacción del líder independentista. Y por último, la reacción del Presidente de los socialistas, José Antonio Griñán, quien para rematar la faena y crear unidad de partido añadió que veía en Andalucía posibles candidatos a liderar el PSOE iguales o mejores a los que habían salido. Ante lo que hay que matizar que tal y como se encuentran los socialistas en tierras andaluzas, a merced de Izquierda Unida y zarandeado por los ERE, no sé sabe si el candidato será igual o mejor; pero lo que no parece es que vaya a alejar a su partido de esa cuerda floja, pendiente de dar el traspié.



miércoles, 17 de abril de 2013

Siniestra Corneja



Muchos días, al arrullo de las tardes tranquilas que pueblan la primavera, suelo recordar aquellas clases de Literatura Medieval donde me explicaban, entre otras curiosidades, como en dicha época cualquier signo de la naturaleza solía ser interpretado, dado el alto nivel de superstición que imperaba en dicha sociedad, como una señal o pronóstico de un hecho futuro. Vienen a enlazar con tales recuerdos de mi memoria, los versos del comienzo del Cantar de Mío Cid en el que se narra que Rodrigo Díaz junto con su mesnada, a la salida de Vivar tuvieron la corneja diestra, y a la entrada de Burgos tuviéronla siniestra. Este volar de aves, dependiendo de la zona en la que el pájaro lo hacía, presagiaba, en el lado derecho, que los hechos futuros iban a ser propicios; mientras que si el volar se realizaba por la parte izquierda, era símbolo de mal agüero. Y es que en aquella época hasta el vuelo o el canto de las aves servía, como os comentaba, para presagiar el devenir del futuro.

Pero los tiempos han cambiado y aunque, todavía continúa habiendo mucha gente en la que el nivel de superstición alcanza cotas inusitadas, lo normal suele ser dilucidar el futuro por otros medios, como el razonamiento lógico; pese a que siga imperando en el tiempo por venir su carácter impredecible. Ahora bien, es verdad que últimamente, en lo que podríamos denominar como modernos pájaros de mal agüero; nos encontramos, en ciertas personas y actos, con esos indicios que vaticinan siniestros acontecimientos imaginables. ¡Y qué casualidad! Son en este caso pájaros que se agrupan en bandada por el ala izquierda de las ideas, donde anidan y desde donde se abaten rasantes e ideologizados contra todo aquel que no vuele por su corriente. Y no es ya que se conviertan en oráculos de suposiciones que declinan hacia un futuro; sino que tejen el presente a su antojo para así, con el devenir del tiempo, tender esas redes nada casuales, con las que atacar al contrario y seguir manejándolo todo caprichosamente. Aún podemos recordar cuántas veces se les indicó desde el ala opuesta, que las acciones que acometían no llevaban a buen puerto, y pese a que se dieron varias veces de bruces con la realidad más atroz, seguían aventurándose ya por inercia a aplicar esa “política del embrague” consistente en meter la pata en primer lugar, para luego, con afán de ganar tiempo de cara a las elecciones, realizar los cambios que fuesen oportunos, maquillando en lo posible el estropicio realizado.

La gran política, y menos en los tiempos que corren, no necesita de experimentos con los que contentar al "cortoplacismo" de unos resultados electorales que perpetúe en el poder a un dilatado tiempo impedidor del destape de ese truco, con trampa y cartón argumentativa, sobre el que construyeron una falsa realidad, endeble como la vida de una burbuja de jabón. La política en nuestro tiempo necesita de ese dirigir la mirada hacia el futuro prometedor que podemos y debemos alcanzar, dejando bien claro qué es lo que dejamos atrás y a quién se debe la actual situación. Dado que el olvido del origen de esta historia reciente, podría llevar a la sociedad a dejarse guiar por el vuelo de esos pájaros de mal agüero, o peor aún, depositar su confianza en aquel que diga que un pájaro le silbó al oído las recetas del éxito para el futuro.


miércoles, 10 de abril de 2013

La cruz y la espada


Hace ya unos cuantos días que ha quedado atrás la Semana Santa, festividad en la que nuestras calles se engalanan para en ellas encontrarse la fe, la tradición, la cultura y el arte en las tan diversas manifestaciones que pueblan en total de nuestra geografía. Todas ellas tienen el fin común de rememorar la Pasión de Jesús de Nazaret, figura central del cristianismo y a su vez uno de los personajes más influyentes de la cultura occidental. Es ésta una época de recogimiento donde recordamos uno de los mayores actos de amor de la historia: entregar su vida, con el fin único de salvar a la humanidad; un mensaje de paz, perdón y comunión con el prójimo, que no tiene parangón en la historia de nuestra civilización. Pero también es cierto que todos los que asisten a las procesiones o actos religiosos de estos días no son creyentes, o lo son de otra confesión; pero pese a eso asisten atraídos por diversos motivos: el buen tiempo, salir a la calle, encontrarse con gente o por simple tradición. Pero ahí están, respetuosos y bienvenidos siempre, dado que uno de los principios del cristianismo es el ser una religión abierta a cualquier persona. Es por lo tanto interesante señalar que uno de los máximos principios que sostiene a la democracia, es el fundamento de una confesión religiosa que podemos considerar como mayoritaria en nuestro país.

A pesar de ello, año tras año y cada vez de manera más intransigente, nos encontramos con ciertos individuos que, miren ustedes por dónde, pertenecen a la misma ideología política: la izquierda más reaccionaria. Que durante estos días se dedican a blandir la espada de la intolerancia, tergiversando la realidad e incluso aduciendo argumentos que no se fundamentan en ningún principio de nuestro país, como es el ya archiconocido mantra social-comunista de hacer creer a la sociedad que en nuestra Constitución se refleja que España es un país laico. Falacia en primer término, sobre todo porque no es lo mismo que un país sea laico a que lo sea aconfesional, tal y como se presenta en nuestra Carta Magna. Y además, no contentos solo con promulgar por medio de sus discursos esta gran mentira, se dedican además a perseguir a mandoblazos de sectarismo a todo símbolo religioso cristiano que se encuentre en algún lugar público. Encontrándonos en algunos de ellos, comportamientos tan paradójicos como es el hecho de mandar quitar un par de crucifijos de las dependencias municipales y días más tarde salir en procesión como representante del consistorio. Mientras que, por otro lado, son capaces de convertirse en adalides de los derechos humanos, autoproclamándose los defensores de la integración de otras culturas y religiones en nuestro país.

No seré yo quien desde aquí argumente que se equivocan en el afán de hacer visible a otras comunidades religiosas o culturales más minoritarias en nuestro país que la comunidad cristiana, siempre he sido de la opinión de que todo lo que sea conocer culturas nuevas, si enriquece, es beneficioso; pero sí es verdad que se equivocan en sus formas, por enrevesadas y cicateras. Dado que es completamente paradójico que para plantear sus ideas deban crear el clima de crispación y bandos enfrentados, para que de dicho choque de trenes alguno de los dos salga perjudicado y ellos de nuevo vuelvan a aparecer, con sus archiconocidas salmodias, como la solución al problema que ellos mismos crearon. Lo peor de todo que esta estrategia, históricamente a más de uno nos es conocida; y es cuanto poco curioso ver cómo a cualquier precio intentan hacer prevalecer su "libertad de opinión", menospreciando a una religión fundamental para la comprensión de la historia y el futuro de Occidente y de Europa, tanto, que solo les pido que comparen la bandera de la Unión Europea con la corona de la Virgen del octavo día de diciembre.


martes, 2 de abril de 2013

Educación para la Democracia



Todos los días, desde esos templos del saber que son las aulas de los centros docentes de nuestro país, los maestros y profesores nos dedicamos a enseñar a nuestros alumnos las grandes disciplinas académicas, que les servirán para estar bien preparados para cuando les llegue ese momento futuro en el que deban afrontar su vuelo libre en nuestra sociedad. Desde el primer día en el que se matriculan en esa nueva vida de aprendizaje continuo, son sus propias familias las que aceptan complementar en sus hijos la formación impartida en los hogares, con la de los contenidos de las diversas materias que forman el currículo académico, por medio de profesionales instruidos para tal fin. Ambas partes son igual de importantes en ese proceso de enseñanza y aprendizaje que es la vida diaria de cada joven, si la acción que lleve a cabo una de ambas no se ve complementada y/o fortalecida por la otra, más temprano que tarde llegarán a confrontar ambos ámbitos de enseñanza perjudicando al discente y al éxito de su futuro. Quizá este sea un terreno en el que la sociedad esté cada vez más concienciada, dado que los niveles de escolarización de los jóvenes en nuestro país son cercanos al 100% y semana tras semana podemos comprobar cómo los padres y madres de nuestros alumnos se interesan por la educación de sus hijos acudiendo a las reuniones de tutoría.

El problema surge cuando nuestros jóvenes aprendices, que absorben cual esponjas cualquier información que les rodea, ya sea por medio de su experiencia personal o por medio de los medios de comunicación; captan acciones perjudiciales para la sociedad democrática sin que nadie les advierta de que adoptar tales comportamientos en el futuro condicionará su vida de manera negativa, y por ende, será pernicioso para toda la sociedad. Me refiero concretamente a que no podemos dejar a nuestros jóvenes desamparados en una sociedad que se ha llegado a mostrar hasta orgullosa de aquellos individuos, tanto públicos como anónimos, que fueron o son capaces de enriquecerse por medio del fraude a la Administración Pública del Estado; o en una sociedad donde los representantes de los trabajadores no rechistaron ante la subida alarmante de parados, mientras los subvencionaron para alcanzar la paz social, pero que cuando el signo político cambió salieron en tromba contra el gobierno, como si no hubiera mañana; o en una sociedad donde se cuestiona, simplemente por acracia injustificada, cualquier poder público ya sea legislativo, ejecutivo y judicial amparándose en falacias tales, como que en democracia prevalecen los derechos del ciudadano, frente a las obligaciones sociales que éste deba tener, cuando todos sabemos que la sociabilidad se fundamenta en la equidad de ambos; o en una sociedad en la que por medio del señalamiento público se trate de amedrentar a cualquier persona, simplemente por pensar o tener una opinión distinta.

Ni el futuro de nuestros jóvenes, ni el futuro de nuestro país se merecen tan oscuro porvenir; sobre todo porque si hoy aceptamos estas actitudes, ¿hasta dónde no será capaz de llegar tal círculo vicioso de ignominia? Por tal razón, no es que nos competa solo a los centros educativos, o a las familias, o a los poderes fácticos, o a las instituciones legales comenzar a predicar por medio del ejemplo; sino que tal competencia debe ser asumida por toda la sociedad al unísono; dado que, solo así seremos capaces de hacer madurar a nuestra sociedad, otorgándoles a nuestros jóvenes una inquebrantable Educación para la Democracia.


miércoles, 20 de marzo de 2013

Hedonistas y procrastinados



¿Cuántas veces habremos oído esa típica expresión del “ahora me pongo con el trabajo... total, para cinco minutos”? Quizá la intención inicial de darse ese pequeño respiro para coger el aire suficiente que ayude a iniciar la tarea una vez transcurridos esos cinco minutos o para hallarle respuesta a los problemas surgidos en el proceso de realización de la misma, no sea del todo descabellada; pero la realidad, en múltiples ocasiones, es bien distinta. Se posterga la realización de dicha actividad, quedando relegada al montón de cosas por hacer, y siendo sustituida por otra tarea que produce más placer en el actante. Hace ya mucho tiempo la sabiduría de nuestro refranero aportó una sentencia que podía servir para combatir tal actitud, la ya archiconocida: “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”; pero es nuestra sociedad actual un hábitat hostil para la lírica, y mucho más para los refranes o la sabiduría popular; aunque sí para el “copy-paste” oportuno de frases “trendy” (reales o atribuidas a personajes célebres, algunas veces desconocidos para quien las toma prestadas) que sirvan para demostrar, en los muros de las redes sociales y ante los ojos del virtual respetable, que hubo un momento a lo largo del día que el usuario lo dedicó a reflexionar.

Lo cierto es que en nuestra sociedad son cada vez más los casos en lo que la procrastinación está presente en la vida cotidiana y desde más temprana edad; de hecho, en un estudio realizado sobre la jornada laboral en EEUU se ha demostrado que el 25% de dicha jornada es improductiva por tal causa. ¿De dónde proviene pues este hábito tan  perjudicial para los resultados? Si reflexionamos detalladamente podremos llegar a la conclusión de que siempre es más fácil dejar para más tarde aquellas tareas que nos son más tediosas, sustituyéndolas por aquellas más apetecibles. Mientras que el camino a la inversa es más dificultoso e incluso imposible de realizar; dado que en el tiempo programado para las placenteras, difícilmente nos pondremos a realizar aquellos trabajos que nos sean más costosos. Todo se reduce a una mala planificación de las tareas a llevar a cabo, en la relevancia de las mismas y en esencia, al no saber distinguir y mezclar, con resacosas consecuencias, tiempo de ocio con tiempo de trabajo. Todo se reduce a la falta de educación en hábitos de trabajo y compromiso con las tareas a llevar a cabo.

Y es que no podemos transmitir a nuestros jóvenes las virtudes del éxito duradero sin que sepan cómo poder alcanzarlo. Porque aunque constantemente estemos cada vez más imbuidos en ese círculo vicioso que atrapa a una inmensa mayoría en la danza macabra de la filosofía vital hedonista, donde se apuesta únicamente en la búsqueda del placer como razón de ser; no debemos olvidar que sustentar la felicidad en la búsqueda del placer, da lugar a un mayor índice de insatisfacción. Aunque también es verdad que no podemos caer en el error contrario de pensar que esta vida es solo un valle de lágrimas sin lugar para el disfrute. Tan perjudicial es un extremo, como el contrario. La virtud está en el justo medio. En ese medio que hace tener expectativas y saber valorarlas conforme a nuestras metas, incrementando con ello nuestra motivación y haciéndonos alcanzar una vida con más realidades que sueños, y con más éxito que fracasos y tareas por hacer.


miércoles, 13 de marzo de 2013

El asiento peligroso



Se remonta a tiempo inmemorial mi afición a la leyenda artúrica y concretamente a lo que se narra en ella acerca de la búsqueda que hacen del Santo Grial los caballeros de la corte de Camelot. En tal periplo, según se nos narra en la historia, en la conocida Tabla Redonda, mesa construida por el sabio Merlín en la que se sentaban los nobles caballeros del Rey Arturo, había reservado un asiento para aquel elegido que tuviera el honor de encontrar el Santo Grial. Asiento vacante y anónimo desde su creación, frente a los demás en los que aparecía el nombre del caballero que lo ocupaba. Esto era así debido a que, según la leyenda, en el momento oportuno aparecería en él labrado el nombre del elegido cuando ocupara su escaño en la mesa. ¿Qué le ocurriría entonces a aquel que osase sentarse por cuenta propia en el asiento sin dueño, sin ser el caballero para el que estaba destinado el hallazgo del Santo Grial? La respuesta la da el propio Merlín justo en el momento en el que lo bautiza con el nombre del “Asiento Peligroso”, augurando tremendos daños y perjuicios para aquel que, sin ser el elegido, lo ocupase sin derecho.

Y regresa a mi memoria esta leyenda justamente cuando son tiempos tan difíciles para ocupar ciertos asientos de nuestra actualidad, y hago referencia a la dificultad no de sentarse en ellos, sino de hacerlo con la responsabilidad, el criterio y la altura de miras que conlleva su ocupación. Me refiero concretamente a los sillones de los alcaldes de nuestros municipios, no porque sobre ellos pese maldición alguna o peligro como el del asiento de la leyenda artúrica; sino porque en muchos de ellos, y en repetidas ocasiones en los últimos tiempos, está ocurriendo algo a la inversa de lo que se mencionaba en la leyenda anteriormente explicada. Y es que si en ella, solo el elegido podía ocupar el asiento peligroso; en la actualidad, ese asiento para el que ha sido elegido el alcalde por los votantes mayoritarios de su pueblo, ha dado lugar a que los adversarios políticos unan sus fuerzas, sin miramientos en los pactos de alianza, con el fin único de ocupar el sillón y hacerse con las prebendas que el cargo conlleva, y sin importarles tampoco la buena gestión que el elegido alcalde hubiera llevado a cabo durante su mandato.

Y llegados a este punto me acuerdo concretamente de dos localidades granadinas gobernadas por el Partido Popular, que tras el voto innegable por el cambio, sus ciudadanos les otorgaron la alcaldía de Armilla y Cúllar en mayo de 2011, tras muchos años de gobierno socialista. En la primera de ellas, Armilla, el equipo de gobierno de Antonio Ayllón, quien después de luchar contra el déficit galopante y los innumerables problemas en el pago a proveedores, servicios de limpieza y ayuda a domicilio heredados del anterior gobierno, y pese a conseguir en tiempo récord encauzar la economía hacia un futuro de prosperidad e inversión rentable; se encontró el pasado 21 de enero con una moción de censura apoyada en un caso de transfuguismo para hacerse con la alcaldía. Caso éste que se saltaba incluso el informe de la Secretaría del Ayuntamiento, conforme al Pacto Antitransfuguismo. Y en la segunda, Cúllar, donde su alcalde José Torrente se encontrará el próximo 20 de marzo con otra moción de censura que truncará esa modernización tan necesaria en la que este alcalde había inmerso a este bello municipio del norte de la provincia de Granada. En ambos casos, los firmantes aducen argumentos variados para hacerse con la alcaldía por medio de la moción; en el primero ya se ha demostrado que su máximo argumento era el de subirse el sueldo como primera medida de gobierno, en el segundo el tiempo nos demostrará, además de cómo con el primero, que el móvil de sus actos no era otro que el no aceptar que un político no perteneciente a su partido estaba haciendo bien las cosas, en ese pueblo que tras los últimos comicios perdieron.


miércoles, 20 de febrero de 2013

Nuestro Arte



Desde tiempo inmemorial nuestro país ha sido reconocido como lugar de estudio y visita casi obligada por cualquiera que estuviera ligado o interesado en el elevado nivel cultural que atesoran nuestras tierras y el incalculable número de habitantes que las han poblado, y que a lo largo de la historia han ido sembrando en ellas el prototipo del arte que con el paso del tiempo floreció en sublimes expresiones de talento. Quizá sea demasiado arriesgado afirmar, como ya hiciera Picasso, que “después de Altamira todo es decadencia”, manteniendo que, en esa ya temprana edad de nuestra civilización, nuestro arte ya había llegado a su madurez. Pero no es descabellado sostener que desde que se conservan vestigios históricos, ya sean artísticos o de cualquier índole, los habitantes de la actual España siempre han demostrado una aptitud especial a la hora de demostrar su capacidad artística para reproducir esa realidad que les rodeaba, insuflándole la vida a lo representado, con sus más puros sentimientos.

En la antigüedad grecolatina ya hubo interés por nuestras tierras como lugar abundante en cultura y costumbres dignas de ser estudiadas, tal y como lo demostraron los historiadores griegos Estrabón o Posidonio, y mucho más cuando, por motivos geoestratégicos, nuestra península pasó a formar parte del Imperio Romano. Tiempo desde el que, gracias al contacto con dicha civilización, complementado con la exacta mezcla de estos dos conceptos, tradición e innovación, nuestro arte fue evolucionando y nutriéndose de esas circunstancias políticas, sociales, económicas y culturales tan cambiantes a lo largo de nuestra historia. Así se puede comprobar tras la caída del imperio romano y con la llegada de los pueblos del norte, en la ocupación de la civilización árabe, con la reconquista de los distintos reinos cristianos peninsulares, en la unificación de esos reinos bajo los Reyes Católicos, en las distintas épocas históricas: Edad Media, Renacimiento, Barroco, Ilustración, Romanticismo, siglos XIX, XX, XXI… y en sus diversas manifestaciones artísticas: pintura, literatura, arquitectura, escultura, música, moda, fotografía, cine… Siempre el talento español ha estado reconocido y ha llegado hasta tales niveles de excelencia y reconocimiento que no solo hemos sido estudiados por otras culturas, sino que también hemos sido el espejo en el que otros se han mirado para avanzar, siendo capaces de hacer que nuestro arte traspase fronteras, dando la vuelta al mundo.

Si esto ha sido así es porque desde el primer momento en el que tuvimos conciencia para crear, lo hicimos a nuestro parecer, poniendo todo nuestro empeño en ello, haciendo realidad nuestras ideas y apostando por ellas y por nosotros mismos sin tener que demostrar nada contra nadie. Los grandes genios de nuestra historia, como perfumeros en sus laboratorios, mezclaron las grandes esencias que tenían a su disposición, en su caso la tradición y la innovación, para dar lugar al más bello de sus perfumes, representado artísticamente en su creación. Y aunque quizá lucharon contra modas y pudieron enzarzarse en críticas con artistas coetáneos, la propia historia fue la que los ubicó en el lugar destinado para los elegidos; mientras que los otros, los que intentaron denigrar el arte de estos primeros, se conformaron con ser simples caballos segundones de una carrera perdida antes de comenzar, amantes del abrazo de una mediocridad que diluyó sus nombres con el paso de los siglos.


miércoles, 13 de febrero de 2013

Hombres de negro, hombres de blanco



Desde el inicio de la crisis económico-financiera de nuestra era y mucho más aún, a partir de que la Unión Europea rescatara a Grecia, Irlanda y Portugal, a raíz de sus problemas de deuda soberana; ha vuelto a ponerse de moda el término de los “hombres de negro” para referirse a esos funcionarios pertenecientes a la Troika, equipo formado por el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional y la Comisión Europea, encargados de revisar “in situ” que se cumplen las condiciones pactadas en el rescate y que el país rescatado en sí va recuperándose para poder hacer frente a los pagos de su deuda. Este término ya tuvo su éxito allá por la segunda mitad del siglo pasado en Estados Unidos, cuando en plena guerra fría, el miedo a una invasión llegó a elevarse a tales cotas que hizo aparecer tesis y leyendas de invasión interplanetaria, poniendo de moda el llamado “fenómeno OVNI” y llegándose a crear una vasta producción cultural, en la que se mostraba a estos presuntos agentes secretos gubernamentales (o extragubernamentales) encargados de ayudar a ocultar una hipotética presencia extraterrestre en la Tierra.

En estos días el término ha vuelto a sufrir una variación semántica después de que el líder de la oposición de nuestro país llevara a cabo la propuesta de crear una Oficina Antifraude, con inspectores o funcionarios incorruptibles, que tengan como labor la de ir de despacho en despacho, como si fueran auténticos “hombres de negro” para que los cargos públicos que quieran corromperse tengan miedo a las consecuencias. Analizándolo detalladamente quizá la propuesta no sea descabellada; pero no me queda otra opción más que dedicarle ese mismo calificativo, puesto que esa labor ya la realizan, y de manera muy competente, los encargados de combatir el fraude y la corrupción en nuestro país: la Fiscalía Anticorrupción, con sus diversos inspectores administrativos, apoyados por los miembros de la Policía Nacional y la Guardia Civil. Sería una propuesta a llevar a cabo en el supuesto caso en el que no existiesen en nuestro país los mecanismos suficientes para combatir el fraude o la corrupción política; pero dado que existen, no quiero pararme  a pensar cuáles fueron las causas que le llevaron a lanzar dicha propuesta, mucho más a sabiendas de que su puesta en funcionamiento supondría crear una duplicidad más en esta ya tan duplicada o triplicada administración en cuanto a competencias, y dudo mucho más que dicha propuesta fuera un lapsus por su parte, sobre todo viniendo del que fue Ministro del Interior durante cinco años.

Más que proponer crear una Agencia Gubernamental de Hombres de Negro, con todo lo que pueda conllevar en gasto su creación y puesta en funcionamiento, lo que tiene que hacer la oposición, y el resto de partidos políticos, es apoyar y fortalecer la “Ley de Transparencia, Acceso a la Información Pública y Buen Gobierno” que va a llevar a cabo el Ejutivo; para que así, de una vez por todas en nuestro país haya una ley que controle la inversión del dinero público, refuerce la responsabilidad de los gestores en el ejercicio de sus funciones e inspeccione las cuentas y las declaraciones de bienes de todos aquellos que tienen acceso a la utilización de esos recursos económicos que, frente a lo que algunos creen, son de todos. Por eso abogo desde aquí a que no se promueva crear ningún grupo de hombres de negro, secreto ni clandestino, sino que más bien, todo el oscurantismo que lleva el traje de algunos políticos, se lave en el mayor ejercicio de transparencia que es esta nueva Ley, para que así quede patente que los gestores públicos y políticos de nuestro país son verdaderos hombres de blanco, inmaculado e impoluto de corrupción.