martes, 29 de enero de 2013

Con trampa y cartón


Igual que al mediocre mago, que basa su mentira en el arte de la ocultación y la distracción, le llega el momento de flaqueza descubriéndosele todo el andamiaje del espectáculo ante su público boquiabierto; todo aquel que confió su suerte a la pendiente de la ladera por donde se desliza venturosa y creciente la gran mentira de sus malas artes, se le acaba el trayecto y se topa con la más cruda realidad.

Tal es el caso del ciclista estadounidense Lance Armstrong, que en horario de máxima audiencia televisiva y con una expectación sobredimensionada, al igual que sobredimensionado fue el número de Tour de Francia conseguidos de manera fraudulenta, confesó que había consumido sustancias prohibidas para mejorar su rendimiento y alcanzar así la victoria en repetidas ocasiones. Al daño cometido a tal deporte por su parte, hay que añadir el realizado con ayuda de individuos más cercanos geográficamente, como lo son todos los implicados en la Operación Puerto de dopaje deportivo de élite, y concretamente con el “doctor” Eufemiano Fuentes, quien en sus declaraciones no solo quiere dejar en entredicho la honorabilidad de todos los ciclistas; sino que también incluye en su lista de clientes a futbolistas, tenistas, boxeadores y atletas y en definitiva a la amplia parte del estamento deportivo español que tan buenos resultados nos está dando últimamente. Y es que no hay mayor caldo de cultivo para la incertidumbre, que una sociedad en la que conviven el engaño para obtener éxito fácil y sin esfuerzo, con los máximos ejemplos de éxito a causa del esfuerzo y la constancia en el trabajo.

Los dos caminos pueden semejar que conducen a la misma meta, pero el fin nunca justifica los medios; y, mientras que en uno hay que estar corriendo mirando hacia atrás, constantemente borrando las huellas, por miedo a que te descubran al tomar atajos hacia la meta, y sabiendo que tarde o temprano caerás; por el otro solo se corre mirando hacia adelante, con trabajo y dificultad sí, pero sabiendo siempre que a la hora de alcanzar la meta perdurarás en ella hasta la eternidad. Cuántos honorables deportistas de siempre lo consiguieron, Jordan, Pelé, Senna, Santana, Gretzky, Ruth, Montana o Ballesteros, y cuántos actuales quedarán consagrados con los laureles dorados del éxito, Durant, Messi, Bolt, Cristiano, Vettel, Federer… y cuántos de ellos españoles, Gasol, Mengual, Alonso, Nadal, Iniesta, Casillas, Belmonte y tantos que quedan por llegar.

Por eso a nuestros jóvenes hay que educarlos constantemente en la verdad y en el camino de las buenas acciones. Lleguen a donde lleguen lo harán siempre con el éxito del honor intacto, con la cabeza bien alta mirando hacia el horizonte de un futuro prometedor, afianzado frente a las embestidas de aquellos que eligieron la senda de lo oscuro, del engaño y el beneficio, de aquellos que crearon falsas identidades para defraudar a propios y extraños, de aquellos que se sirvieron de la trampa y el cartón para llegar al sillón deseado intentando convertir en cartón mojado de inmundicia desaguada a las máximas leyes democráticas, sin saber que tarde o temprano deberán rendir cuentas en el pódium de los acusados.


miércoles, 23 de enero de 2013

Democracia fortalecida



Regresan a nuestras ventanas, cual golondrinas en primavera, nuevas tramas con nuevos nombres que amplían la extensa lista que atesora la corrupción en nuestro país. No son pájaros éstos que traigan agradables trinos, sino pajarracos de mal agüero que emponzoñan son su graznido el noble arte de la política democrática, defendida y practicada por personas, que aún ostentan los mayores tesoros que se pueden poseer en la vida pública: la honradez, el honor y la decencia. Esas aves rapaces de lo público y lo ajeno que amparadas en la complicidad y el silencio de un beneficio al ocultador, han despojado grano a grano, nocturna y alevosamente, no solo ingentes cantidades de riqueza pública; sino además la confianza democrática en la transparencia del funcionamiento de nuestras instituciones, intentando manchar con sus oprobiosos actos a todos esos buenos políticos, que con las manos limpias se esfuerzan día tras día por fortalecer el futuro democrático y mejorar el bienestar de toda la ciudadanía.

A todos los demócratas de convicción y obra nos compete el fortalecimiento y la defensa de nuestras instituciones y leyes, porque solo con una democracia fortalecida en su fondo y en sus formas seremos capaces de espantar de los árboles de la prosperidad a estas aves carroñeras. Imposibilitando así su capacidad de reproducción y contagio con su pico ominoso a nuestras generaciones venideras, los verdaderos frutos de nuestra nación.

Debemos apostar fuerte por el escarnio público, la inhabilitación y el rendimiento de cuentas ante una justicia asentada en un Código Penal endurecido que, por su condición, tenga carácter disuasorio “ipso facto” de cualquier pensamiento ignominioso que conlleve fraude al Estado o enriquecimiento a costa suya. Pero no solo con esta meta debemos contentarnos, puesto que si amparados en un Código Penal que actúe de manera ejemplar contra los casos de corrupción, somos capaces de plantarle cara a esta lacra social e institucional ganándole alguna batalla; la verdadera victoria se alcanzará cuando en nuestra sociedad exista una conciencia real de lo público, que nos lleve a razonar acerca de que el enriquecimiento a costa del Estado, supone un debilitamiento de las herramientas del mismo, así como del bienestar alcanzado gracias a nuestra democracia. Debemos todos, erigirnos como guardianes de los tesoros de nuestra nación, y que con nuestro ejemplo se beneficie la educación de nuestros jóvenes en el uso y funcionamiento de nuestras instituciones, dado que en nosotros serán en quiénes se miren las generaciones venideras para encauzar su propio futuro.

Nuestro país no puede seguir amasando futuros nombres que engorden la larga lista de casos de diverso nombre y color que han ensuciado nuestra historia más reciente, ni dejar su descubrimiento a la suerte de un polluelo que cantó más de lo esperado por los cofrades de la ignominia. Nuestro país debe apostar por una fortaleza que nos haga extirpar tales actos de nuestra forma de ser, madurando como nación y como democracia.