Igual que al mediocre mago, que basa su mentira en el arte
de la ocultación y la distracción, le llega el momento de flaqueza
descubriéndosele todo el andamiaje del espectáculo ante su público boquiabierto;
todo aquel que confió su suerte a la pendiente de la ladera por donde se
desliza venturosa y creciente la gran mentira de sus malas artes, se le acaba
el trayecto y se topa con la más cruda realidad.
Tal es el caso del ciclista estadounidense Lance Armstrong,
que en horario de máxima audiencia televisiva y con una expectación
sobredimensionada, al igual que sobredimensionado fue el número de Tour de
Francia conseguidos de manera fraudulenta, confesó que había consumido
sustancias prohibidas para mejorar su rendimiento y alcanzar así la victoria en
repetidas ocasiones. Al daño cometido a tal deporte por su parte, hay que
añadir el realizado con ayuda de individuos más cercanos geográficamente, como
lo son todos los implicados en la Operación Puerto de dopaje deportivo de élite,
y concretamente con el “doctor” Eufemiano Fuentes, quien en sus declaraciones
no solo quiere dejar en entredicho la honorabilidad de todos los ciclistas;
sino que también incluye en su lista de clientes a futbolistas, tenistas,
boxeadores y atletas y en definitiva a la amplia parte del estamento deportivo
español que tan buenos resultados nos está dando últimamente. Y es que no hay
mayor caldo de cultivo para la incertidumbre, que una sociedad en la que conviven
el engaño para obtener éxito fácil y sin esfuerzo, con los máximos ejemplos de
éxito a causa del esfuerzo y la constancia en el trabajo.
Los dos caminos pueden semejar que conducen a la misma meta,
pero el fin nunca justifica los medios; y, mientras que en uno hay que estar
corriendo mirando hacia atrás, constantemente borrando las huellas, por miedo a
que te descubran al tomar atajos hacia la meta, y sabiendo que tarde o temprano
caerás; por el otro solo se corre mirando hacia adelante, con trabajo y
dificultad sí, pero sabiendo siempre que a la hora de alcanzar la meta
perdurarás en ella hasta la eternidad. Cuántos honorables deportistas de
siempre lo consiguieron, Jordan, Pelé, Senna, Santana, Gretzky, Ruth, Montana o
Ballesteros, y cuántos actuales quedarán consagrados con los laureles dorados del
éxito, Durant, Messi, Bolt, Cristiano, Vettel, Federer… y cuántos de ellos
españoles, Gasol, Mengual, Alonso, Nadal, Iniesta, Casillas, Belmonte y tantos
que quedan por llegar.
Por eso a nuestros jóvenes hay que educarlos constantemente
en la verdad y en el camino de las buenas acciones. Lleguen a donde lleguen lo
harán siempre con el éxito del honor intacto, con la cabeza bien alta mirando
hacia el horizonte de un futuro prometedor, afianzado frente a las embestidas
de aquellos que eligieron la senda de lo oscuro, del engaño y el beneficio, de
aquellos que crearon falsas identidades para defraudar a propios y extraños, de
aquellos que se sirvieron de la trampa y el cartón para llegar al sillón
deseado intentando convertir en cartón mojado de inmundicia desaguada a las
máximas leyes democráticas, sin saber que tarde o temprano deberán rendir
cuentas en el pódium de los acusados.