¡Ya tenemos aquí las vacaciones! Es comenzar a
cambiar el tiempo y nuestra actitud ante la vida se modifica. Nuestro cuerpo incluso
llega a funcionar al ralentí dependiendo de la hora del día en que nos hallemos.
Nuestros hábitos de vida se alteran, los días son más largos, tenemos más
tiempo para estar con esas personas que no vemos durante el resto del año,
comemos a deshoras, donde sea y lo que sea, llegamos a perder la noción del
tiempo y el espacio por tratar de desconectar de esa actividad que monótona nos
acompaña diariamente. Vemos la vida de otro color, tanto, que los colores que
nos visten cambian; la ropa se reduce, el cuello vuelto y la manga larga dejan
paso a esa piel que, de tonalidades más propias de la moda decimonónica, pasará
en unos días a codearse con colores más próximos al del inglés veraneante en
Benidorm, antes de adquirir ese color cobrizo justo días antes de que acabe la
temporada de baño y haya que volver a las aulas –sé que más de uno a esta
última palabra escrita le ha puesto una jota delante, prometo no hablar más de
ellas en este post–.
Llega el momento de elegir cómo cambiar de aires, y a no ser
que uno viva en Granada, donde tiene el privilegio de tener ambas cosas a
treinta minutos de distancia… ¿playa o montaña? Todos sabemos que el turismo de
interior, del que me confieso fiel seguidor, está teniendo muchísimo tirón últimamente.
Pero no nos hagamos ilusiones ni llevemos a engaño, la reina del verano, y más
aquí en España es la señora playa. Y no es por caer en los tópicos estereotipados,
pero si ustedes escriben en un papel “playa”, “paella”, “sangría” y “Manolo”, y
debajo ponen “dígame el país”, el cien por cien de los encuestados terminará
poniendo “España”. Así que no tardemos más, ¡vámonos a la playa! Es oírse esta
frase en más de un hogar de nuestro país y como por arte de magia comenzar a
desarrollarse una compleja labor de logística, digna de la más secreta
incursión militar; en la que los parámetros principales de la misión son contabilizar
cuántos son los miembros a movilizar, elegir el vehículo de campaña, y preparar
toda la impedimenta a trasladar hasta el punto más cercano a la orilla. Tanto
si planeamos la misión a varios días vista, como si espontánea y
unilateralmente decidimos conquistar la orilla más cercana, tendremos que llevar
a cabo la puesta a punto de toallas, sillas, bañadores, cremas, nevera, víveres,
bebida, sombrilla, palas, cubos, gorras, gafas y alguna lectura, que tras
ubicarlas ordenadamente en el maletero del coche, como si una partida en el
nivel décimo del Tetris se tratara; nos
serán de gran ayuda para hacernos pasar un buen rato de playa, entre vuelta y
vuelta de sol, con su baño incluido, siempre que las medusas nos lo permitan.
Pero los tiempos han cambiado, y ahora hay que darle la
bienvenida, como si de un artilugio más de playa se tratara, al que se está
convirtiendo en un apéndice imprescindible para muchas personas en estos
tiempos modernos, la navaja suiza del siglo XXI, ¡las “tablets” y “smartphones”!
Porque ¿cómo íbamos a ser capaces antes de llegar a la playa sin que el GPS no
nos indicara el camino y el estado del tráfico en nuestras carreteras? ¿Cómo
íbamos a averiguar hace unos años en qué playa hacía buen tiempo, viento
favorable y ausencia de medusas sin consultarlo previamente en internet? ¿Cómo
íbamos a aventurarnos a ir a algún chiringuito sin que el mismo apareciese
recomendado en la aplicación “Guía de gastrobares a pie de orilla”? Y así
podríamos seguir hasta donde el ingenio humano alcance. Pero el problema no es
que la tecnología esté introduciéndose en ámbitos de nuestra vida cotidiana
para hacérnosla más fácil a una velocidad luminosa; sino que esta tecnología
que se nos brinda como una herramienta de ayuda en el trabajo y el ocio, se
está convirtiendo en algo imprescindible para muchas personas, desplazando y perdiéndose
con ello, en algunos casos, la esencia singular de que el ser humano es un ser
social por naturaleza, y no tecnológicamente. Por ello, antes de ver si es
imprescindible que nuestro chiringuito tenga conexión wifi durante nuestras
vacaciones, parémonos a pensar si queremos que el día de mañana nuestros hijos
hagan castillos de arena en una aplicación desde sus tablets sin salir de casa.
Pero no nos agobiemos que ya tenemos aquí las vacaciones… ¡y toca disfrutarlas!