Se cumplía ayer un año desde que España depositó su
confianza en el cambio, eligiendo como Presidente del Gobierno al que por aquel
entonces era el candidato por el Partido Popular, Mariano Rajoy Brey. Apostaba
nuestro país, de manera mayoritaria, por dar un cambio de rumbo a la política,
tras siete años de presidencia de José Luis Rodríguez Zapatero, quien dejó a
España al borde del rescate financiero, con la prima de riesgo disparada, cinco
millones de parados y un problema de descrédito internacional hacia nuestra
nación, bastante preocupante.
En este año de gobierno de Rajoy, las medidas adoptadas han sido
varias y de diversa índole, la situación lo requería, más si cabe, cuando desde
el mundo financiero, las noticias de la volatilidad de los mercados y los movimientos
de la prima de riesgo, hacían rondar el rumor del rescate por parte de Europa.
Desde el primer instante el gabinete gubernamental se puso en funcionamiento a
pleno rendimiento, para solucionar todos los problemas heredados del anterior
gobierno socialista, marcando una hoja de actuaciones a llevar a cabo en las
diversas materias, para que no se llegara a una situación insostenible de
colapso financiero que lastrase a toda nuestra economía. De esos primeros movimientos
llegaron el alza del IRPF, la subida del impuesto de bienes inmuebles (IBI), la
congelación del salario mínimo, la ampliación de la jornada laboral de los
empleados públicos y la supresión del 20% a las subvenciones a los partidos
políticos, sindicatos y organizaciones empresariales. Es cierto que este
comienzo fue duro para la sociedad, y no fue trago de buen gusto para un
gobierno reciente, pero la situación lo requería. El anterior Ejecutivo
socialista había fijado el déficit para 2011 en el 6%, los populares calcularon
que el agujero sería mucho mayor, de hasta el 8%; pero tras muchas revisiones
se elevó la cifra del déficit hasta un 8,96%. La herencia recibida era una
realidad y había que atajarla para que no siguiera repercutiendo negativamente
en nuestro país.
Con este inicio llegaron otras dos medidas importantes: la
Ley Orgánica de estabilidad presupuestaria, que imponía un control más exhaustivo
al gasto de las comunidades autónomas y la Reforma Laboral, que tenía como meta
flexibilizar las condiciones del mercado de trabajo, sentar las bases para
crear empleo estable cuanto antes y ayudar a destruir la fuerte sangría del
paro. Excelentes medidas éstas, pero cuyos resultados no se ven de un día para
otro; y que por ello, tanto partidos políticos de corte independentista, como
las centrales sindicales y la oposición, se dedicaron a criticar, llegando
incluso a proclamar una huelga general, que se repetiría ocho meses más tarde. Con
el paso del tiempo, en verano, llegaron nuevas medidas y acuerdos financieros
con Europa, y en otoño los Presupuestos Generales del Estado. Es cierto que aún
queda mucho por hacer para regresar a la senda de recuperación y crecimiento;
pero también es verdad que a nadie se le pasa por la cabeza pensar en lo que
hubiera ocurrido si Rodríguez Zapatero no hubiera adelantado las elecciones o
si las mismas las hubiera ganado el Partido Socialista, por lo terrorífico de
la estampa imaginable.
Aunque la situación de emergencia haya pasado, siguen siendo
tiempos duros y difíciles; tiempos para confiar en la labor del gobierno, para
no dar la batalla por perdida en ningún frente. Ante cada piedra en el camino,
fuerza para superarla; porque solo estando unidos y siendo fuertes España volverá
a ser dueña de un futuro con futuro.
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