Asistimos en estos días a una avalancha de noticias que
copan la más candente actualidad en lo que al mundo de la información
periodística se refiere. Llegando a correr
ríos de tinta que se desbordan en las primeras páginas de los periódicos con
una sagacidad de influencia social apabullante, mediante la búsqueda de la "ultraexclusiva" frente a la información de la competencia, dando mucho que
pensar acerca del futuro hacia el que se dirige el periodismo en nuestro país. En
anteriores episodios de nuestra historia más inmediata, hemos asistido a
innumerables casos en el que el afán por la búsqueda de una información
novedosa, el retoque a última hora seleccionando una mejor portada o incluso el
retraso en el cierre de la edición, para incluir en ella las últimas noticias
ante un bombazo informativo, ha sido algo habitual en la vida cotidiana de la
redacción de cualquier periódico, siempre con la pretensión de dar fe de lo
ocurrido en la sociedad en la que vivimos y muchas veces aderezado con la necesaria
búsqueda de lectores y compradores de ese portal informativo en el kiosco más
cercano, horas más tarde.
En la importancia de ganarse la confianza de ese lector
carísimo, más incluso en los tiempos que corren, radica la labor minuciosa de
todo buen periódico y periodista. Hemos de no olvidar que además de que con el
sustento de la publicidad, todo diario vive y pervive gracias al volumen de
lectores que tiene, puesto que, dependiendo del tipo de periódico que sea, del
nivel y el tipo de lectores que éste tenga, y de los comentarios que ellos
realicen, le transferirán mayor o menor prestigio social a cada publicación.
Ahora bien, en la sociedad actual en la que vivimos, dominada por el avance
inexorable de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, cualquier
usuario de las redes sociales Facebook o Twitter, avezado en revisar o en estar
informado de la más rabiosa actualidad, puede ser concebido como un periodista
en potencia, susceptible de convertirse en narrador o comentador de la realidad,
llegando a adquirir un prestigio o confianza del lector tal, que lo acerque al
del periodista convencional. Dicha posibilidad la conocen, contemplan y
estudian los diarios tradicionales y ante la probabilidad de perder volumen de lectores,
llevan a cabo diversas estrategias de captación de la fidelidad del lector,
como son la adscripción a una concepción ideológica o política, o el
tratamiento de una forma determinada de los temas y las noticias; pero entre
todas ellas, siempre les quedará la característica más importante que
diferencia al medio de comunicación tradicional, de cualquier usuario de una
red social de comunicación instantánea, ésta es: la veracidad de la noticia
contrastada que aparece en las páginas de un periódico.
El problema surge, cuando por el afán de vender periódicos,
de captar lectores que consuman su diario, de publicar una noticia exclusiva, o
incluso, de transgredir la opinión de la sociedad con respecto a la realidad,
algunos son capaces de publicar información no contrastada en sus rotativos, presentándola
como presuntamente verosímil o surgida de una fuente fiable. Entonces todo el
prestigio informativo adquirido por dicho periódico a lo largo de su historia,
se diluye en el del simple creador de rumores, que mezclados con una mente
perversa que quiera obtener beneficio a costa de la noticia vertida, pueden dar
lugar a la transgresión del código deontológico del periodismo, convirtiendo la
información en manipulación; o incluso a la transgresión de la propia convivencia
social, en el que cualquier individuo “señalado” por dichos periódicos tenga
que desmontar y deshacer todo el daño ocasionado a raíz de la publicación de esa
información no contrastada.
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