miércoles, 20 de marzo de 2013

Hedonistas y procrastinados



¿Cuántas veces habremos oído esa típica expresión del “ahora me pongo con el trabajo... total, para cinco minutos”? Quizá la intención inicial de darse ese pequeño respiro para coger el aire suficiente que ayude a iniciar la tarea una vez transcurridos esos cinco minutos o para hallarle respuesta a los problemas surgidos en el proceso de realización de la misma, no sea del todo descabellada; pero la realidad, en múltiples ocasiones, es bien distinta. Se posterga la realización de dicha actividad, quedando relegada al montón de cosas por hacer, y siendo sustituida por otra tarea que produce más placer en el actante. Hace ya mucho tiempo la sabiduría de nuestro refranero aportó una sentencia que podía servir para combatir tal actitud, la ya archiconocida: “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”; pero es nuestra sociedad actual un hábitat hostil para la lírica, y mucho más para los refranes o la sabiduría popular; aunque sí para el “copy-paste” oportuno de frases “trendy” (reales o atribuidas a personajes célebres, algunas veces desconocidos para quien las toma prestadas) que sirvan para demostrar, en los muros de las redes sociales y ante los ojos del virtual respetable, que hubo un momento a lo largo del día que el usuario lo dedicó a reflexionar.

Lo cierto es que en nuestra sociedad son cada vez más los casos en lo que la procrastinación está presente en la vida cotidiana y desde más temprana edad; de hecho, en un estudio realizado sobre la jornada laboral en EEUU se ha demostrado que el 25% de dicha jornada es improductiva por tal causa. ¿De dónde proviene pues este hábito tan  perjudicial para los resultados? Si reflexionamos detalladamente podremos llegar a la conclusión de que siempre es más fácil dejar para más tarde aquellas tareas que nos son más tediosas, sustituyéndolas por aquellas más apetecibles. Mientras que el camino a la inversa es más dificultoso e incluso imposible de realizar; dado que en el tiempo programado para las placenteras, difícilmente nos pondremos a realizar aquellos trabajos que nos sean más costosos. Todo se reduce a una mala planificación de las tareas a llevar a cabo, en la relevancia de las mismas y en esencia, al no saber distinguir y mezclar, con resacosas consecuencias, tiempo de ocio con tiempo de trabajo. Todo se reduce a la falta de educación en hábitos de trabajo y compromiso con las tareas a llevar a cabo.

Y es que no podemos transmitir a nuestros jóvenes las virtudes del éxito duradero sin que sepan cómo poder alcanzarlo. Porque aunque constantemente estemos cada vez más imbuidos en ese círculo vicioso que atrapa a una inmensa mayoría en la danza macabra de la filosofía vital hedonista, donde se apuesta únicamente en la búsqueda del placer como razón de ser; no debemos olvidar que sustentar la felicidad en la búsqueda del placer, da lugar a un mayor índice de insatisfacción. Aunque también es verdad que no podemos caer en el error contrario de pensar que esta vida es solo un valle de lágrimas sin lugar para el disfrute. Tan perjudicial es un extremo, como el contrario. La virtud está en el justo medio. En ese medio que hace tener expectativas y saber valorarlas conforme a nuestras metas, incrementando con ello nuestra motivación y haciéndonos alcanzar una vida con más realidades que sueños, y con más éxito que fracasos y tareas por hacer.


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