El pasado lunes pudimos asistir a una de esas jornadas que
los romanos calificaban como dies
horribilis, uno de esos días en que quienes lo sufren una vez pasado, al
reflexionar sobre el mismo –si lo hacen, claro– expresan aliviados resignadas
peroratas sintetizadas en el manido argumento de que no deberían haberse
levantado de la cama al sonar el despertador. Es como si a partir de esa
llamada que iniciaba un nuevo día se hubiera desatado la mayor de las tormentas
imaginables, como si el rasgar la hoja del calendario de la jornada anterior hubiera
actuado como catalizador, alineando todos los planetas en contra de la ya
maltrecha y zozobrante nave socialista.
Y es que todo comenzó a raíz de que a Alfredo se le pasara
por la cabeza la ingenua idea de que, dado que España había gastado 40.000
millones de euros de los 100.000 millones solicitados a Europa del Mecanismo
Europeo de Estabilidad para la banca española, y que de ese montante total
sobraban aún 60.000 millones por gastar; se crease un Plan de Reactivación
Económica utilizando la mitad del sobrante (30.000 millones) para que fluyera
el crédito entre las pymes y para que las familias pudieran renegociar sus
hipotecas. Medida quizá acertada para momentos en los que las encuestas no les
son favorables, populista podríamos denominarla; pero que nos resucitaría el
fantasma del intervencionismo del estado, acercándonos a fechas en las que los
hombres de negro estuvieron a punto de cruzar la frontera. La pregunta es ¿y
cómo repartiría el dinero? ¿Quizá llevando a cabo una política parecida a la
del cheque-bebé? Si algo no necesita nuestro país es volver a caer en los
errores que durante la etapa del ejecutivo de Rodríguez Zapatero propiciaron la
situación tan dificultosa por la que deambuló nuestro país. ¿Cómo se iban a
pagar entonces los intereses de dicho préstamo? ¿Con otro préstamo? ¿Quién
confiaría en nosotros? Dudo mucho que Europa o EEUU dieran el visto bueno. Y
así fue como se desencadenó el desastre, dado que en apenas cuatro horas, desde
Bruselas se anunció que el Plan Rubalcaba era inviable.
Este parece que fue el movimiento sísmico que trastocó toda
la jornada, propagando su ola expansiva por toda la geografía nacional,
propiciando diversas noticias donde el epicentro era siempre el Partido
Socialista. Y así pasó horas más tarde, apareciendo en los medios Beatriz
Talegón, aquella que en su día echó una regañina (o moralina) durante el
Consejo de la Internacional Socialista por hacer la revolución desde un hotel
de 5 estrellas, y que en el día de autos planteaba que detrás del movimiento
15M podía estar la derecha. Quizá en este caso su discurso estuviera invadido
por el hemisferio derecho, propio de las actividades inconscientes, o quizá le
invadieran a ella las ganas de posicionarse en la carrera a las primarias. Sea
como fuere, si a sucesión socialista nos referimos, una de las candidatas,
Carme Chacón, tuvo en tal jornada su momento de gloria; puesto que reprendió,
vía misiva, al PSC y a Pere Navarro por acudir a la ‘Cumbre por el Derecho a
Decidir’ de los nacionalistas, no sentándole bien a éste y creando más división
si cabe entre ambas federaciones; aunque después de la Cumbre Pere Navarro se
mostró preocupado y decepcionado por la actitud de Artur Mas, convirtiéndose su
reacción en mofa de propios y extraños. Tal vez él se esperaba otra reacción
del líder independentista. Y por último, la reacción del Presidente de los
socialistas, José Antonio Griñán, quien para rematar la faena y crear unidad de
partido añadió que veía en Andalucía posibles candidatos a liderar el PSOE
iguales o mejores a los que habían salido. Ante lo que hay que matizar que tal
y como se encuentran los socialistas en tierras andaluzas, a merced de
Izquierda Unida y zarandeado por los ERE, no sé sabe si el candidato será igual
o mejor; pero lo que no parece es que vaya a alejar a su partido de esa cuerda
floja, pendiente de dar el traspié.
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