miércoles, 17 de abril de 2013

Siniestra Corneja



Muchos días, al arrullo de las tardes tranquilas que pueblan la primavera, suelo recordar aquellas clases de Literatura Medieval donde me explicaban, entre otras curiosidades, como en dicha época cualquier signo de la naturaleza solía ser interpretado, dado el alto nivel de superstición que imperaba en dicha sociedad, como una señal o pronóstico de un hecho futuro. Vienen a enlazar con tales recuerdos de mi memoria, los versos del comienzo del Cantar de Mío Cid en el que se narra que Rodrigo Díaz junto con su mesnada, a la salida de Vivar tuvieron la corneja diestra, y a la entrada de Burgos tuviéronla siniestra. Este volar de aves, dependiendo de la zona en la que el pájaro lo hacía, presagiaba, en el lado derecho, que los hechos futuros iban a ser propicios; mientras que si el volar se realizaba por la parte izquierda, era símbolo de mal agüero. Y es que en aquella época hasta el vuelo o el canto de las aves servía, como os comentaba, para presagiar el devenir del futuro.

Pero los tiempos han cambiado y aunque, todavía continúa habiendo mucha gente en la que el nivel de superstición alcanza cotas inusitadas, lo normal suele ser dilucidar el futuro por otros medios, como el razonamiento lógico; pese a que siga imperando en el tiempo por venir su carácter impredecible. Ahora bien, es verdad que últimamente, en lo que podríamos denominar como modernos pájaros de mal agüero; nos encontramos, en ciertas personas y actos, con esos indicios que vaticinan siniestros acontecimientos imaginables. ¡Y qué casualidad! Son en este caso pájaros que se agrupan en bandada por el ala izquierda de las ideas, donde anidan y desde donde se abaten rasantes e ideologizados contra todo aquel que no vuele por su corriente. Y no es ya que se conviertan en oráculos de suposiciones que declinan hacia un futuro; sino que tejen el presente a su antojo para así, con el devenir del tiempo, tender esas redes nada casuales, con las que atacar al contrario y seguir manejándolo todo caprichosamente. Aún podemos recordar cuántas veces se les indicó desde el ala opuesta, que las acciones que acometían no llevaban a buen puerto, y pese a que se dieron varias veces de bruces con la realidad más atroz, seguían aventurándose ya por inercia a aplicar esa “política del embrague” consistente en meter la pata en primer lugar, para luego, con afán de ganar tiempo de cara a las elecciones, realizar los cambios que fuesen oportunos, maquillando en lo posible el estropicio realizado.

La gran política, y menos en los tiempos que corren, no necesita de experimentos con los que contentar al "cortoplacismo" de unos resultados electorales que perpetúe en el poder a un dilatado tiempo impedidor del destape de ese truco, con trampa y cartón argumentativa, sobre el que construyeron una falsa realidad, endeble como la vida de una burbuja de jabón. La política en nuestro tiempo necesita de ese dirigir la mirada hacia el futuro prometedor que podemos y debemos alcanzar, dejando bien claro qué es lo que dejamos atrás y a quién se debe la actual situación. Dado que el olvido del origen de esta historia reciente, podría llevar a la sociedad a dejarse guiar por el vuelo de esos pájaros de mal agüero, o peor aún, depositar su confianza en aquel que diga que un pájaro le silbó al oído las recetas del éxito para el futuro.


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