Marcará el reloj las seis de esta tarde cuando vuelvan a
resonar clarines y timbales que anuncien que regresa la
Fiesta a Televisión Española. Desde la “monumental,
airosa y agradable” Plaza de Toros de Valladolid, volveremos a asistir,
tras seis años, seis, de prohibición en el ente público, a la retransmisión de
uno de los espectáculos culturales enseña de nuestra historia, el toreo.
Retorna a la parrilla televisiva nacional uno de los
emblemas de la cultura española, aquel que en su día fue reclamo de múltiples artistas
extranjeros de tan reconocido prestigio, como Ava Gardner, Ernest Hemingway, Rita
Hayworth, Orson Welles, James Dean o Charlton Heston; que encontraban en España
un paraíso de los sentidos, donde, tarde tras tarde, unos diestros legendarios mezclaban
sobre el lienzo del ruedo, el arte y la valentía, que tanto identifica a
nuestro país. Aquel emblema, la fiesta de los toros, que utilizaron y
defendieron algunos de los mejores espadas de nuestra cultura más contemporánea
–Dalí, Picasso, Lorca, Zuloaga, Alberti- y actual –Sabina, Manolo García,
Serrat, Boadella, Vargas Llosa-, llegando incluso hasta afirmar el filósofo
Ortega y Gasset que era “impensable estudiar la historia de España sin
considerar las corridas de toros”.
Por esta razón es impensable que hace seis años, aduciendo
argumentos deficitarios, se llegase a la conclusión de que con la prohibición
de uno de los espectáculos culturales más característicos de nuestro país, y
por el que, aunque suene a tópico, más se nos reconoce en el resto del mundo,
se alcanzaría un grado de progresismo de magnitud incalculable.
Surgieron voces argumentando que el gasto no era sostenible,
que los niveles de audiencia no justificaban la emisión, que las horas de
retransmisión no eran las más adecuadas para la audiencia; a las que se fueron
sumando, en armonía orquestada, las plataformas antitaurinas y los partidos
independentistas, quienes creían que atentando contra un emblema de la cultura
española, reforzaban su discurso secesionista, olvidando incluso que, por
ejemplo, personajes históricos como Lluís Companys (ERC), quien fuera Presidente
de la Generalidad de Cataluña en 1934, era asiduo en los festejos taurinos celebrados
en una de las ciudades con más tradición taurina de España, Barcelona. Y así,
apoyados por la flaqueza del gobierno a la hora de tomar decisiones, intentaron
herir de muerte a la Fiesta, llegando incluso a abolir la celebración de corridas
de toros en Cataluña; mientras que a su vez, el ejecutivo, por no contrariar a
sus socios de gobierno, desoía a aquellos aficionados militantes, como
Fernández Bermejo, Celestino Corbacho, Trinidad Jiménez, Manuel Chaves, Pepe
Blanco o José Montilla, que pedían la no prohibición y que acudían a los ruedos
con asiduidad; aunque eran incapaces de romper una lanza institucional a favor de
la Fiesta considerándola como “bien cultural”.
Pero los tiempos han cambiado; como diría aquel, una mala
tarde la tiene cualquiera. El actual ejecutivo sí apuesta por el arte, por la
tradición, por lo que nos une y nos representa, por el bien de la mayoría en general. Serán
tiempos difíciles, sí; pero son tiempos para encontrarnos en los símbolos que más nos
identifican como país, y que ayudan a vender la exitosa marca "España". Se podrá ser más o menos aficionado a los toros; pero esta tarde, cuando
suenen clarines y timbales comenzará una faena por la libertad.
Suerte y al toro.
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