Ayer se conmemoraron once años del mayor acto de infamia y
crueldad cometido en la historia reciente de Occidente, el ataque terrorista al
centro político y financiero de los Estados Unidos. Desde el primer instante
esta impactante y fatídica jornada dio lugar a una ola de patriotismo y unidad sin precedentes, o
quizá, únicamente comparable con el fervor surgido a raíz del ataque que sufrió
Estados Unidos en Pearl Harbor, en diciembre de 1941, causante de su
intervención directa en la Segunda Guerra Mundial.
En este marco apareció uno de los eslóganes que más fuerza
dieron al movimiento de ayuda desinteresada, el ya, por todos conocido “United
We Stand”. Cuya traducción más literal podría ser “Unidos permanecemos en pie”
y que tanto asemeja a un eslogan más familiar para nosotros como puede ser “La
unión hace la fuerza”; que sirvió para unir a todos los elementos de la
sociedad civil y militar bajo un mismo manto. Fueron momentos que sentaron
cátedra en cuanto a madurez democrática y social, las noticias eran
desalentadoras, el número de fallecidos y las dificultades a la hora de
recuperar a los posibles heridos eran de magnitudes dantescas; pero las
diferencias y divisiones políticas y sociales quedaron en un segundo plano,
confluyendo toda la fuerza de la nación en un mismo cauce de ayuda, hombro con
hombro, para recuperar al país lo más rápidamente posible. Es cierto que hubo
errores en esa crisis; pero también es cierto que con el aliento de la unidad y
la confianza siempre es más fácil superarse de los fallos que se puedan
cometer.
El recuerdo de esta actitud regresa a mi memoria cada once
de septiembre y en este año mucho más si cabe, debido a las dificultades por
las que pasa nuestra nación. Es cierto que no es comparable directamente un
atentado terrorista a una crisis financiera; pero la actitud mostrada por los
héroes del once de septiembre debe servirnos como buen ejemplo a seguir, para
solucionar un problema que es de todos y que a todos nos afecta.
Y si hablo de unidad como ejemplo, menciono también a la
división como uno de los causantes de la lentitud en la recuperación. Es
curioso ver, como la fecha en la que se conmemora uno de los mayores actos de alianza
política y social, coincide con la conmemoración
de una de las festividades donde se reivindica la separación, por motivos
políticos, de una región de nuestro país, con toda la repercusión negativa que
supondría para ambas partes, más aún en los tiempos que corren. Esta es la
Fiesta de Cataluña, donde es paradójico encontrarse que instituciones
democráticas no pueden festejar tal fecha, simplemente por pertenecer a un
símbolo político que apela a la unidad. Y donde a su vez, es mucho más
paradójico conocer que, días antes de la conmemoración de la Fiesta de
Cataluña, el Gobierno de la Generalitat,
acuciado por sus gravísimos problemas de tesorería, solicitó 5.023 millones de
euros al Fondo de Liquidez Autonómica del Gobierno de España.
Lo que más nos puede tranquilizar es que si una región, por
muy independentista que sea, pide ayuda al Estado, éste no se la negará. Este
es uno de los grandes principios de la democracia. Porque si, como rezaba el
eslogan “United We Stand”, la segunda parte del mismo es “Divided We Fall”
(Divididos caemos).
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