El pasado domingo se volvió a celebrar, en dos regiones de
nuestro país, la fiesta de la democracia. En esta ocasión los comicios se
llevaban a cabo con el fin de elegir al auriga responsable de dirigir las
riendas de la presidencia autonómica de Galicia y del País Vasco. Dos regiones
distintas en cuanto a costumbres, política, sociedad y pasado; pero con un
presente común, marcado por la situación actual y un futuro todavía por
escribir. A la sociedad, en el cumplimiento de su deber democrático, le tocaba
la labor de manifestar su parecer con alguna las diversas opciones de gestión política,
planteadas por los partidos en sus programas electorales.
A estas elecciones concurría el Partido Popular con un
programa que afianza la política de reajuste económico y de control de gasto e inversión
pública, tan necesaria a día de hoy, y que tan buenos resultados le está dando
al candidato y Presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo; junto con unas propuestas
de unidad y fortaleza nacional en consonancia con las políticas que el propio
Partido Popular está llevando a cabo desde el Gobierno de España, sin que por
ello, ninguna de las dos regiones debiera perder sus señas de identidad ni peso
en los conciertos autonómicos, como, por ejemplo, tanto se afanó en defender en
todo momento el candidato vasco Antonio Basagoiti; pese a que desde diversas
voces cercanas al independentismo se pregonara lo contrario. Con respecto a
éstos, los independentistas, representados por PNV y Bildu en el País Vasco y
BNG y AGE en Galicia, hay que reseñar que se encuentran ante la difícil
tesitura de elegir entre, arrimar el hombro para superar la difícil situación
económica por la que pasan sus regiones en particular, y España en general; o apoltronarse
en un discurso independentista, que dadas las circunstancias, puede llegar a
situarse en argumentos cercanos al mesianismo contraproducente de tiempos
pasados (o actuales, como en otra región ya de sobra conocida), desaprovechando en
este caso una oportunidad de oro para salir adelante y superar problemas como
el actual de la crisis, o el histórico, en el caso vasco, del terrorismo (que,
dada su magnitud, no pasaré a escrutar). Por otro lado, no debemos olvidar a
las formaciones históricamente denominadas “de izquierdas”, como son el PSOE e
IU, que concurrían con la necesidad de apuntalar con el resultado de las urnas,
los argumentos defendidos en Madrid, y que tanto se han radicalizado en el
último año, primero de los años del Gobierno de Mariano Rajoy; además de, en el
caso del PSOE, sentirse obligado a obtener unos buenos resultados, dada su ubicación
como principal partido de la oposición en Galicia y ostentar la Lehendakaritza en el País Vasco.
La jornada del domingo transcurrió y los resultados llegaron.
En Galicia el Partido Popular mejoraba y renovaba su mayoría absoluta; por otro
lado, en el País Vasco, la opción más votada era la del PNV, seguida de cerca
por Bildu, con seis escaños de diferencia. Mientras que en el primero de los
escenarios el resultado era claro para gobernar, en el segundo, debería
llegarse a acuerdos para formar gobierno, diversas opciones son posibles. Pero, en ambas regiones hay que señalar el descalabro considerable que han sufrido los históricos partidos de izquierdas. IU en Galicia se ha visto eclipsada en la coalición
formada con AGE y en el País Vasco ha desaparecido del Parlamento; mientras que
lo del PSOE responde más bien a un descenso por un pozo sin fondo, y que parece
no tener fin, iniciado tras las elecciones municipales de 2011 y confirmado
en las pasadas nacionales del 20-N, así como en todas las regionales a las que
han concurrido desde que Rodríguez Zapatero dejara la batuta del partido a Alfredo
Pérez Rubalcaba. Y es que hay que comprender que cuando, de un día para otro,
se deja de afrontar la realidad, para intentar desgastar a un gobierno, maquillando la responsabilidad de los problemas y la
ausencia de propuestas políticas con la agitación injustificada de la masa social descontenta, tarde o temprano se desvela el resultado en los votos
escrutados.
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