Ayer, mientras atravesaba granadinas y jiennenses carreteras
a primera hora de la mañana, una nefasta noticia llamaba mi atención al
comienzo del viaje: “España se sitúa a la cabeza del fracaso escolar y del
desempleo juvenil en Europa”. Según la Unesco, el titular quedaba confirmado
con los datos que recogía para la elaboración de su estudio anual “Educación
para todos” y quedaba reflejado en las desalentadoras cifras oficiales, donde
uno de cada tres jóvenes españoles (la media en Europa es de uno de cada
cinco), de edades comprendidas entre los 15 y 24 años, había abandonado sus
estudios antes de finalizar la Enseñanza Secundaria Obligatoria (E.S.O.);
mientras que el paro juvenil había alcanzado y superado ya el 50% en marzo de
este año.
Las cifras aportadas son alarmantes para nuestro país, más
si cabe por la situación tan difícil por la que pasa nuestra economía, tan
ferozmente golpeada por la crisis; pero aún lo es más el dato que acompañaba a
los indicadores de fracaso escolar y paro juvenil en el estudio de la Unesco. Y
es que en él se refleja también que, al menos un cuarto de los jóvenes españoles
que dejaron sus estudios al acabar el primer ciclo de Enseñanza Secundaria, y
un quinto de los que la abandonaron después del Bachillerato, en la actualidad,
tampoco buscan empleo; jóvenes comúnmente conocidos como “ni-nis”.
Es cierto que las dificultades económicas son una realidad,
pero también es verdad que si dicha actitud de nuestros jóvenes sigue el camino
que presenta el estudio, cuando España salga del bache económico, porque a
nadie le quepa la menor duda de que saldremos, nos encontraremos con una
generación que habrá desaprovechado una oportunidad de oro para formarse. Esto
hará que nuestros jóvenes no sean competitivos frente al resto de Europa, y por
ende, no podrán ocupar los puestos de trabajo que se creen en el futuro,
dificultando con ello la recuperación económica, social y financiera de nuestro
país en el momento oportuno, dilatando más si cabe el regreso a la senda de la
prosperidad de nuestra nación. Hay que apostar por un sistema educativo que
forme al futuro de nuestro país, en igualdad de oportunidades con Europa y con
el mundo. Estudios independientes demuestran que el rendimiento educativo
durante la Enseñanza Obligatoria modifica significativamente las perspectivas
laborales de los individuos y completar o no este proceso formativo tiene
consecuencias. Por ejemplo, una mejora de 15 puntos en la tasa de graduados de
la ESO y en abandono escolar incrementaría la tasa de actividad entre 0,3 y 2
puntos, reduciría la tasa de paro entre 2,3 y 3,8 puntos y la tasa de
temporalidad entre 1,7 y 2 puntos y aumentaría la productividad al menos un
4,5%.
Por último, señala la Unesco, “Crear puestos de trabajo per se,
no va a ayudarnos a salir de la crisis. Europa debe formar a jóvenes con
competencias profesionales adecuadas, con experiencia previa y con capacidad de
adaptación a las nuevas tecnologías”. Qué gran verdad, pero a su vez también no
hay que olvidar que debemos motivar a nuestros jóvenes constantemente, que no
se distraigan ni desvíen de su senda principal: la formación para su futuro. Mostrarles
valores como el compromiso, la competitividad productiva, los buenos
resultados, el esfuerzo, la superación o la formación continua, deben ser
constantes en los métodos de enseñanza y aprendizaje para que con ellos, las
generaciones futuras puedan luchar por devolver a España a puestos importante
dentro del escenario internacional, hecho que acarreará altas cotas de
bienestar para todos los ciudadanos.
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