La semana pasada, tras diversos acontecimientos acaecidos y
que ahora no vienen a cuento, tomé la decisión de no publicar, como había hecho
hasta la fecha, la entrada correspondiente al miércoles 26 de septiembre en el
blog "El espaldarazo". En esos días de reflexión transcurridos, y de
los que ya hablaré en otro momento, una de las noticias que más me impactó fue
la concerniente a las movilizaciones promovidas por ciertos grupos, afines o
similares al movimiento 15M y congregados bajo el nombre de "Plataforma
¡En pie! Ocupa el Congreso", que utilizaron la fecha del 25 de septiembre
para llamar a la movilización contra cualquier tipo de poder legalmente
constituido. Muchas veces, el hecho de escuchar, ya sea rumor o verdad
contrastada, una noticia bastante sorprendente, como es la que se basa en la
idea de ocupar el Congreso de los Diputados, hace que uno comience a buscar
toda la información posible sobre esto, para por lo menos, comprender cómo
hemos sido capaces de llegar a tal situación.
Leer las noticias que tratan el tema en los diversos medios
de comunicación puede ser un mecanismo bastante esclarecedor, pero muchas
veces, y más en estos casos en los que se alienta a la ocupación y paralización
de una de las instituciones del estado, lo conveniente es irse a la fuente
inicial. En tal búsqueda de información, me encontré con el manifiesto donde
aparecían los nueve puntos en los que esta plataforma justifica sus acciones y
exige las condiciones. De entre todos los puntos, los que más me sobresaltaron
son los que hacían referencia a la “dimisión del gobierno en pleno, así como la
disolución de las Cortes y de la Jefatura del Estado”, y a la “apertura de un
proceso constituyente transparente y democrático, a fin de redactar una nueva
Constitución”, sobre todo tras haberse
celebrado elecciones generales el 20 de noviembre del pasado año.
Es de sobra conocido ya por todos, que los momentos por los
que pasa nuestro país no son fáciles a corto plazo, las circunstancias son duras
y hay muchos errores cometidos que hay que solucionar; en primer lugar para
generar la confianza que nos permita salir adelante y en segundo, para que
tales fallos no los vuelvan a cometer las generaciones venideras. Por lo tanto,
lo último que necesita España, es que la desconfianza se adueñe de la
ciudadanía, y ésta, condimentada por la llama del odio, la separación y la
indignación se deje llevar por la pasión desenfrenada llegando a cometer alguna
atrocidad inimaginable.
No es momento de andarse con pruebas y ensayos hasta que
demos con la tecla que nos devuelva a la senda de la prosperidad, los segundos
corren para España, y bastante en contra, se acaba el tiempo y aún queda
partido por remontar para alcanzar la victoria. Es el momento idóneo para apelar
a la fortaleza de la unidad, al espíritu de los padres de nuestra democracia, a
aquellos que dejaron aparcadas sus diferencias ideológicas por el bien común de
la prosperidad y de la convivencia pacífica. Aquellos que fueron capaces de
crear unas reglas de juego, plasmadas en la Constitución de 1978; y que a tan
altas cotas de prosperidad llevaron a nuestro país. No son tiempos para obtener
rédito político de la confusión que genera la crisis, apelando a disputas
históricas o partidistas, para ocultar así los errores del pasado. Es tiempo de
ser fuertes, porque sólo apostando por la fortaleza de la unión seremos capaces
de salir adelante.
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