miércoles, 16 de octubre de 2013

Renovarse o morir


A veces no somos lo suficientemente conscientes de hacia dónde dirigimos nuestros pasos como civilización, es normal que ante el devenir lógico del continuo temporal, muchas veces el propio ser humano sienta un desasosiego interior cuando se para a reflexionar acerca del trascendentalismo y el futuro más inmediato de su propia existencia. Éste es un motivo filosófico muy recurrido, e incluso recurrente además, en épocas de cambios, en tiempos de crisis. Todo cambio siempre conlleva un proceso de adaptación y aprendizaje; y por la propia naturaleza que nos invade, como seres de costumbres que somos, a los propios seres humanos cuando nos encontramos en esos momentos de alteración momentánea y pasajera de nuestra más monótona cotidianidad, nos invade esa tesitura de dar el paso hacia adelante o quedarnos estancados.

¿Avanzar o parar máquinas? Acostumbrados a vivir en una sociedad en la que la espiral del avance científico y tecnológico gira a unas velocidades vertiginosas, e incomparablemente superiores muchas veces a la lógica rotación de las manillas del reloj, podemos sentirnos atraídos por tratar de adoptar una postura forzada en el intento de “estar a la última moda”, sin reflexión alguna acerca de si ese futuro prometedor, que se nos presenta ante nuestros ojos bajo la figura de un deseado y novedoso invento o actitud social, puede verdaderamente sernos de utilidad para nuestra vida. En el caso contrario, el inmovilismo y la cerrazón ante cualquier forma de progreso, así como la reflexión depresiva resumida en esa expresión tan nuestra de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”, puede llevarnos a hacernos caer en un error parecido al reflejado en el caso anterior; mediante el cual, seremos incapaces de detectar aquellos valores positivos encerrados en esas nuevas actitudes y objetos que nos traigan los tiempos modernos, dejando pasar un tiempo precioso de adaptación y uso a tales novedades, para que con el paso del tiempo se conviertan en verdaderas herramientas beneficiosas para el progreso real de la sociedad. ¿Cuántas veces no habremos visto a individuos saturados por la desmesurada e incontrolada aceptación de últimas modas como ejemplos de progreso real? ¿Cuántas veces no habremos presenciado la visión de aquel individuo que, negando cualquier progreso por el simple hecho de serlo, se encuentra, llegado el momento oportuno, corriendo a marchas forzadas contrarreloj por intentar ponerse al día? Los momentos que todos recordemos quizá sean múltiples y variados en forma y desenlace; pero siempre traumáticos para la persona que lo sufre. Y es que el primer paso que hay que dar ante el progreso es la reflexión, adoptando casi una actitud aristotélica de búsqueda de la virtud; es cierto que habrá momentos en los que haya que apostar fuerte por una de ambas dicotomías; pero sin tener educada la capacidad de reflexión del justo medio será imposible alcanzar la meta deseada.

Los claros ejemplos de que la mezcla de ambas posiciones, en su justa medida, dan buenos resultados los tenemos en todos los avances consolidados, así como posturas filosóficas, modas, artes y demás actitudes sociales que han demostrado ser eficaces aunando “tradición” y “renovación” en sus bases. Por lo tanto, adaptando estos dos aspectos al ámbito que sirve para crear el futuro de una sociedad, la Educación. Hoy más que nunca, habiéndose demostrado que ha habido leyes educativas que han fracasado en su intento de alcanzar unas cotas de éxito académico comparables a países de nuestro entorno, leyes que incluyeron con su implantación metodologías y herramientas educativas tan novedosas que no fueron acompañadas de un estudio previo de impacto de las mismas, siendo dadas por buenas solo por el hecho de ser novedosas, es el momento de apostar por una revisión de la Ley Educativa en búsqueda de una mejora del propio sistema que les sirva a nuestros jóvenes y al futuro de nuestro país, para posicionarse en el mundo del mañana. Todo tiempo que perdamos en conflictos de alternancia de leyes, por el simple hecho de no ser acordes a ideologías o principios anquilosados, supondrá luego, a marchas forzadas tener que llevar a cabo las reformas necesarias que nos sirvan para alcanzar en 2020 los objetivos educativos marcados por Europa. El tiempo corre en nuestra contra y como bien dijo Unamuno: “el verdadero progreso consiste en renovarse”.



No hay comentarios:

Publicar un comentario