A veces no somos lo suficientemente conscientes de hacia
dónde dirigimos nuestros pasos como civilización, es normal que ante el devenir
lógico del continuo temporal, muchas veces el propio ser humano sienta un desasosiego
interior cuando se para a reflexionar acerca del trascendentalismo y el futuro
más inmediato de su propia existencia. Éste es un motivo filosófico muy recurrido,
e incluso recurrente además, en épocas de cambios, en tiempos de crisis. Todo
cambio siempre conlleva un proceso de adaptación y aprendizaje; y por la propia
naturaleza que nos invade, como seres de costumbres que somos, a los propios seres
humanos cuando nos encontramos en esos momentos de alteración momentánea y
pasajera de nuestra más monótona cotidianidad, nos invade esa tesitura de dar
el paso hacia adelante o quedarnos estancados.
¿Avanzar o parar máquinas? Acostumbrados a vivir en una sociedad
en la que la espiral del avance científico y tecnológico gira a unas
velocidades vertiginosas, e incomparablemente superiores muchas veces a la
lógica rotación de las manillas del reloj, podemos sentirnos atraídos por
tratar de adoptar una postura forzada en el intento de “estar a la última moda”,
sin reflexión alguna acerca de si ese futuro prometedor, que se nos presenta
ante nuestros ojos bajo la figura de un deseado y novedoso invento o actitud
social, puede verdaderamente sernos de utilidad para nuestra vida. En el caso
contrario, el inmovilismo y la cerrazón ante cualquier forma de progreso, así
como la reflexión depresiva resumida en esa expresión tan nuestra de que “cualquier
tiempo pasado fue mejor”, puede llevarnos a hacernos caer en un error parecido
al reflejado en el caso anterior; mediante el cual, seremos incapaces de
detectar aquellos valores positivos encerrados en esas nuevas actitudes y objetos
que nos traigan los tiempos modernos, dejando pasar un tiempo precioso de
adaptación y uso a tales novedades, para que con el paso del tiempo se
conviertan en verdaderas herramientas beneficiosas para el progreso real de la
sociedad. ¿Cuántas veces no habremos visto a individuos saturados por la
desmesurada e incontrolada aceptación de últimas modas como ejemplos de
progreso real? ¿Cuántas veces no habremos presenciado la visión de aquel
individuo que, negando cualquier progreso por el simple hecho de serlo, se
encuentra, llegado el momento oportuno, corriendo a marchas forzadas contrarreloj por
intentar ponerse al día? Los momentos que todos recordemos quizá sean múltiples
y variados en forma y desenlace; pero siempre traumáticos para la persona que
lo sufre. Y es que el primer paso que hay que dar ante el progreso es la
reflexión, adoptando casi una actitud aristotélica de búsqueda de la virtud; es
cierto que habrá momentos en los que haya que apostar fuerte por una de ambas
dicotomías; pero sin tener educada la capacidad de reflexión del justo medio
será imposible alcanzar la meta deseada.
Los claros ejemplos de que la mezcla de ambas posiciones,
en su justa medida, dan buenos resultados los tenemos en todos los avances consolidados, así como posturas
filosóficas, modas, artes y demás actitudes sociales que han demostrado ser
eficaces aunando “tradición” y “renovación” en sus bases. Por lo tanto,
adaptando estos dos aspectos al ámbito que sirve para crear el futuro de una
sociedad, la Educación. Hoy más que nunca, habiéndose demostrado que ha habido leyes
educativas que han fracasado en su intento de alcanzar unas cotas de éxito
académico comparables a países de nuestro entorno, leyes que incluyeron con su
implantación metodologías y herramientas educativas tan novedosas que no fueron
acompañadas de un estudio previo de impacto de las mismas, siendo dadas por
buenas solo por el hecho de ser novedosas, es el momento de apostar por una
revisión de la Ley Educativa en búsqueda de una mejora del propio sistema que
les sirva a nuestros jóvenes y al futuro de nuestro país, para posicionarse en
el mundo del mañana. Todo tiempo que perdamos en conflictos de alternancia de
leyes, por el simple hecho de no ser acordes a ideologías o principios anquilosados, supondrá luego, a marchas forzadas tener que llevar a cabo las reformas necesarias
que nos sirvan para alcanzar en 2020 los objetivos educativos marcados por
Europa. El tiempo corre en nuestra contra y como bien dijo Unamuno: “el
verdadero progreso consiste en renovarse”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario